A menudo escucho una queja recurrente por parte de los consultantes, particularmente los varones, que expresan que el padre ha sido agresivo, otras veces poco afectuoso o aún directamente ausente durante sus infancias. En virtud de estas situaciones, habrían crecido “sin figura paterna”, o incluso a veces escucho “fue mi abuelo materno el que cumplió esa función”.
Me pareció oportuno tratar aquí el tema puesto que es bastante general la preocupación, y aun cultural. Existe un primer gran error al considerar que la función paterna debería ser igual que la materna, esto es: estar presente, dar afecto directo, compartir momentos de juego y acompañamiento durante la infancia, etc.; si bien todo esto es muy bueno, no hace a la función paterna, y por lo tanto su ausencia no la menoscaba.
Existe un problema que se oculta tras las quejas a los padres: la dificultad de salir fuera de la contención materna y todas las comodidades que ello implica, se trata de una dificultad de afrontamiento del mundo paterno puesto que nuestra sociedad maternal (no matriarcal) no nos prepara realmente para ello y nos lo vuelve traumático. Sin embargo, como intentaré argumentarlo aquí, permanecer en el mundo materno es trágico.
La hipótesis de trabajo que presento puede escribirse como una fórmula matemática:
F(P) = marca
Con estas letras sencillas de recordar quiero decir que la función paterna consiste en realizar una marca sobre el hijo, en particular el hijo varón. Dicha marca implica una memoria del padre.
Es posible pensar que los tatuajes responden a esta necesidad de marcar, de modo indeleble sobre el cuerpo, en búsqueda de que tras esta marca temporal algo trascendente suceda.
Me pregunto qué habrán dicho las madres de aquellos que fueron jóvenes en la década del ’70 a sus hijos, en el contexto de un patriarcado injusto y violento, asociado a las dictaduras militares. Me pregunto si los habrán incentivado a rebelarse, a luchar por la “libertad”… de ellas. ¿Existirá algo más fuerte que el deseo de liberar a mamá? Algo de ello se expresa en el excelente drama psicológico que presenta Star Wars en los Episodios I a III (no es un film del género de la fantasía, sino un drama político anclado en la psiquis de un individuo y con una estética de ficción para adolescentes -muy recomendable para quién esté interesado en comprender la psiquis del varón), donde el personaje principal parte de la esclavitud de su infancia vivida junto a su madre y la falta de padre. Tal vez sea hora de que las mamás se hagan cargo de su parte…
El patriarcado no se puede evitar, y los padres deben enseñarles a sus hijos un modo de afrontarlo, por ello necesitan ser “traumáticos”, porque a imagen de “la marca de Caín”, ésta señal ha dañado al joven pero al mismo tiempo lo protege, una paradoja de la psiquis masculina. El joven varón no podrá librarse del trauma paterno y deberá metabolizarlo como pueda, sin recibir la ayuda adecuada de adultos sabios se perderá en el mar de la angustia, pero si es advertido de este proceso encontrará una vía de salida al patriarcado violento.
Actualmente en Argentina sucede un ataque violento hacia nuestros jóvenes desde diferentes lugares, que los lleva muchas veces a encontrarse con la muerte. Pero sucede que los padres no sabemos qué hacer, no sabemos cómo prepararlos para afrontar este mundo destructivo. A diferencia de plantear una búsqueda de libertad para nuestro Ego y sus placeres, su “estilo de vida”, creo que los hombres debemos enseñar a nuestros hijos todo lo contrario, enseñarles a dejar el Ego. ¿Cómo puede existir un joven que muere por defender su bicicleta? ¿Tanta importancia tenía para su Ego?
Lo único que veo tras las revoluciones armadas, de la época que sea (como la actual en Oriente), es una “pila de muertos”. ¿Nadie puede hacer otra cosa? ¿A nadie le sucedió tener que “trabajar” durante muchos años en el “mundo interno” para luego liberarse en el externo?
Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no le niegues tampoco la túnica. A todo el que te pida, dale, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. [Lucas 6, 29-30]
Santa Fe, Argentina.