El sacrificio de los niños 2

A través de una serie de posteos, iniciaremos unos comentarios acerca de este fenómeno contemporáneo, que palpamos en nuestra sociedad, pero que sin embargo resulta una triste y cíclica repetición de una conducta colectiva humana.

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En el momento presente, nuestra sociedad ha puesto sobre el escenario mediático la violencia de género hacia la mujer; desde mi punto de vista, esta violencia es más extensiva y abarca a todo aquel que es “débil” de alguna manera ante la mirada de otro que puede instituirse como “poderoso”. Débil porque posee una limitación, una diferencia, débil porque es un niño.

No es meramente una cuestión de discriminación, de “distinguir” o separar a unos de otros, se trata de someter como esta sociedad lo enseña: por poder, por poder sólo de someter, una especie de placer oculto, de goce siniestro.

Todos somos partícipes de este fenómeno en alguna medida, sólo que solemos presentarlo de modo solapado, en pequeños detalles: competimos para ganar, nos especializamos para sobresalir, trabajamos por más dinero y por objetos de consumo lujosos y costosos, quiero decir, competimos por diferencias.

Detestamos al otro y el juego social consiste en demostrarle que él es más débil. En el deporte, en la ropa que vestimos, en las escuelas de nuestros niños, en todo… Éstas son las reglas de nuestro “contrato social”, a esto jugamos, porque nos organizamos de un modo patriarcal perverso, en el que el que asciende a la cima de la jerarquía puede hacer lo que quiera con los que están abajo, lo podemos comprobar aún en la política de nuestro tiempo, no solo la que gobierna a un país, sino también a las asociaciones deportivas hasta llegar a los pequeños clubes de barrio.

Nuestra sociedad no es represiva ni permisiva; nuestra sociedad es perversa, goza, es psicopática, disfruta de devorar al débil.

Ciclos sociales y el mito de la democracia

Esta situación es cíclica y repetitiva, se relaciona trágicamente a los procesos de decantación de un paradigma de pensamiento socialmente compartido. La dictadura militar argentina no termina por los reclamos de democracia por parte de las ideologías socialistas de la década de 1970, sino por la muerte de niños en la Guerra de Malvinas en 1982. Éste es siempre el último paso de la ruptura de un paradigma de pensamiento, porque son los niños los más débiles para ser sacrificados (una mujer golpeada puede denunciar a su marido, pero ¿puede un niño denunciar a sus padres? La mayoría de las veces no) y, tarde o temprano, un sector de la sociedad desde el dolor de ver morir a sus niños reacciona sin más tolerancia ante el dolor.

Más allá de todo límite

¿No es cierto, acaso, que vos y yo aplaudimos a un famoso técnico de fútbol condenado años atrás por violación de un niño?

jaque_mate

Santa Fe, Argentina… allá en el extremo de Sudamérica.

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