Mientras con el transcurso del tiempo hemos tomado consciencia del cuidado de la naturaleza, en una perspectiva ecológica, no ha sucedido lo mismo con nuestra percepción particular sobre los animales.
Sabemos que si no cuidamos los bosques padecemos las consecuencias de las inundaciones, que si contaminamos el agua tenemos que pagar para poder beberla, y que si usamos aerosoles de modo indiscriminado la temperatura global aumenta drásticamente; todo ello podemos percibirlo con nuestros sentidos, sin embargo, no sucede lo mismo con el maltrato animal. Tomamos consciencia de que «está mal» violentarlos pero decimos… «¿nosotros comemos animales?», » la experimentación animal desarrolla los fármacos de la industria médica», «necesitamos sacrificar algunos animales por nuestro beneficio», en última instancia: » siempre ha sido así «.
No existe una sensibilidad semejante a aquello que sucede con la Ecología. Por ello, he pretendido poner de relieve esta cuestión y un aspecto que, considero, merece nuestra atención. Pero antes, quisiera llamar la atención sobre un obstáculo mental que se produce en este tema y que es relativo precisamente a aquellas personas que intentan defender los derechos de los animales. Podemos enunciarlo así:
No es posible una protección de los animales disociada del sentido humano.
Pienso que, tras lo que semejan ser buenas intenciones proteccionistas, muchas veces se esconde un oscuro rencor contra el más pobre, el cuál es asociado al maltrato animal. Sin dudas el caballo empleado en la tracción a sangre para el transporte de basura sufre un grave daño, pero el niño del barrio periférico que lo transporta también padece la misma carga. ¿Cómo podemos pensar en uno sin el otro?
Quisiera dar un paso más hacia una perspectiva holística a la hora de enfocar esta situación: como psicólogo pienso que los animales, en particular aquellos con los que interactuamos a diario, nos ofrecen a los seres humanos la oportunidad de desarrollar el instinto de cuidado por otro ser vivo; ellos son una pieza insustituible en el tratamiento de psicopatologías severas de muchos niños, y más aquí de ellos, permiten a los niños aprender el arte de cuidar y dar afecto, protección y hasta la experiencia de la alegría de jugar, claves esenciales para superar la pobreza moral de nuestra sociedad.
Invito a los proteccionistas a dar un paso hacia el cuidado de todas las especies, entre las que también se encuentra el ser humano.