Hace unos meses mi hija de tres años dejó de almorzar conmigo, todo lo que le ofrecía no lo comía sino que después se alimentaba con alguna fruta u otra cosa. Le dije enojado: «¡No! ¡Una pinina anoréxica no!, ¡espera por lo menos a tener 15 años!» No podía saber qué había pasado, por qué de un día para el otro no quiso más que yo la alimentara, a pesar de que en lo restante se seguía mostrando muy bien conmigo.
La semana pasada, en un momento de introspección, recordé que hacía unos meses una persona cercana me había sugerido que adopte una posición de mayor poder con mis hijos, me criticó que fuera muy flexible y permisivo con ellos y que debía mostrar una relación más vertical. Cómo era una persona cercana, le creí y seguí su pauta.
Cuando tomé consciencia que esta sugerencia había sido hecha con mucho rencor, por el vínculo afectivo tan estrecho que tengo con mis hijitos siendo un papá solo -voy a confesarlo: juego a las muñecas con mi hija y le enseñé a pintarse las uñas… 😦
Te decía que cuando tomé consciencia de este error que había cometido, el mismo día y sin que dijese nada, me sentí conmocionado y dolido por no haber seguido mi intuición. Ése mismo día y no otro, mi hija volvió a aceptar la comida que le preparé (la misma que todos los días). Ya sé, no me creés. Yo tampoco me creo. A pesar de que a partir de ese momento mi hija volvió a comer normalmente, todavía no puedo creer lo que pasó, no puedo explicar cómo lo percibió inmediatamente.
Una niña se pone de pié
Creo que sentí una mezcla de temor y respeto por la vida cuando tomé consciencia de la sensibilidad espiritual de esta niña que a penas habla, cómo percibió que su papá había sido afectado espiritualmente y había sido puesto fuera de eje. ¡Qué increíble poder tiene una niña!
Recuerdo una película de Denzel Washington y Dakota Fanning: «Hombre en llamas». La niña que sufre desprotección es un tema arquetípico en muchas tradiciones y mitologías. La niña desprotegida enciende un hombre en llamas que sale a protegerla con toda su fuerza. Recuerdo a Jesús resucitando a una niña, pero me detengo en otra referencia antigua…
«El que los toca a ustedes, toca a la niña de mis ojos. Yo levantaré mi mano contra ellos…» (Zacarías 2,8).
Esta fue la profecía de Zacarías, lo interesante es el momento en el que se produjo esta expresión que quedó suspendida atemporalmente en la historia. Fue pronunciada al comenzar la restauración de Jerusalén, luego del exilio en Babilonia, el acontecimiento más traumático de la historia de Israel; fue una «señal» de reinicio y de comenzar una nueva etapa de prosperidad en la vida de aquellos hombres.
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Según la Psicología Junguiana, los arquetipos y estructuras mitológicas de la historia conllevan una sabiduría y un potencial que se despliega cuando se produce la sincronización entre la mente individual (la tuya, la mía) y la mente colectiva de aquellas personas que dejaron sus vivencias impregnadas en estos relatos inspirados por el Espíritu que atraviesa a todos los seres humanos (el ‘Espíritu de la Profundidad’, en la Psicología Junguiana).
Pero vayamos más profundo todavía y con otro concepto junguiano. Según este psiquiatra suizo, el Inconsciente de un hombre es femenino (Ánima) y viceversa en una mujer (Ánimus). Por lo tanto, la resurrección de una niña desprotegida es la puesta en pié del poder del Ánima, del Inconsciente del hombre (de la conciencia en la mujer). Por lo tanto, nos es posible a las mujeres y a los hombres, a través de la protección, «conectar» con esta potencia oculta de la psiquis humana, que es relativa al poder espiritual de la mujer. Una especie de despertar del arquetipo.
Un fuerte abrazo.