Alicia no puede dejar de llorar, dentro de ella habita un monstruo que desde las profundidades más oscuras de su alma la acosa con múltiples acusaciones a cada instante en que se activa su consciencia.
El monstruo que emerge en Alicia es la maléfica melancolía, le han dicho, un sol negro que cada día amanece con su despertar y que, a cada paso que da, va acariciando con su oscura tinta todo lo que toca en la vida de la joven; repite día a día este círculo dañino hasta llegar a su ocaso definitivo, el día en que logre acabar con su vida. Éste es el diagnóstico de Alicia, ella es melancólica y esto no tiene cura.
Lejos están los días en que Alicia niña jugaba con papá, en el patio de casa, cuando el sol parecía haber sido creado sólo para que los niños puedan divertirse.
Papá ha fallecido, pero aún esto, no es real sino parte de la trampa de Alicia, trampa que el verdadero monstruo de Occidente ha creado para ella y para todos los niños.
El monstruo que habita en su inconsciente, familiar muy cercano de todos aquellos monstruos arquetípicos que las diferentes culturas han percibido en las oscuridades de los lagos, está allí para salvarla. Toda esa energía destructiva acumulada, sólo está allí para liberarla. El temor de Alicia es sólo el miedo de su limitada educación racional, que le hace ver un enemigo donde hay un defensor. Por ello, Alicia no tiene espejo; no puede verse a sí misma, no puede ver lo que está sucediendo puesto que nadie va a decírselo.
Mucha agresividad se gesta en esta joven mujer, agresividad que está allí para defender y proteger; defender y proteger aquello que su Yo de reina decida que debe ser resguardado. El monstruo no es una patología, sino la pervivencia en ella de la función paterna y cuando pueda mirarlo cara a cara como a su propia Sombra, ella va a lograr una conexión con su padre que jamás tuvo, teniendo la sensación inexplicable de que él vive en ella.
Eso está aquí para proteger, para cuidar, aún para consolar a otras personas que buscarán refugio bajo el ala poderosa de Alicia. Ella no lo sabe, pero ya está sucediendo. Eso vive en ella.
Ensayo: el monstruo de dos cabezas
América (porque nosotros también somos americanos) es atacada desde hace 500 años por una bestia de dos cabezas y qué sé yo cuantos cuernos. Por una parte, el eterno retorno del fallo de los padres -hombres- en asumir el liderazgo que nos corresponde y, por otra, la tristeza melancólica que como un manto de debilidad cubre a toda esta parte central y austral del continente. Algunos de nosotros, tomamos consciencia de esta situación y, emergentes del Espíritu de la Profundidad (Jung) de la humanidad accionamos en esta dirección.
Este monstruo de dos caras posee un reverso, en su dorso se encuentra otro monstruo, el monstruo de Occidente, una especie de «Sombra del Monstruo», cuyas cabezas son la filosofía griega y el judeocristianismo.