Joshua se despertó en la noche gritando y llorando, sus papás corrieron a abrazarlo y tranquilizarlo, diciéndole que no sucedía nada malo, sólo había tenido un sueño muy feo, pero el niño no dejaba de llorar aún sujetado firmemente a los brazos de sus padres, como si se hallase ante el peligro de caer en un profundo abismo.
Su madre comenzó a preocuparse, sabía que su hijito sólo había tenido una pesadilla, pero en su instinto maternal algo preocupante percibía.
Su padre lo interrogó acerca del contenido de aquel sueño; con mucha dificultad para expresarse, el niño les relató que se encontraba solo en una montaña, estaba lastimado y sentía dolor en todo el cuerpo, un dolor que aún despierto seguía experimentando. Su mamá estaba allí pero no podía ayudarlo; el pequeño continuó relatando: era de día y de noche al mismo tiempo pero lo que más le asustaba era que buscaba a papá y él no estaba, Joshua tenía miedo en el sueño de que su papá hubiese muerto.
Su padre, abrazándolo muy fuerte le dijo:
– No tengas miedo, papá siempre está contigo.
El niño se relajó y se durmió en sus brazos, junto a su pecho. El padre volvió a recostarse y también durmió. Pero ella, su madre, no pudo hacerlo. Algo de aquel suceso permaneció en su mente, sabía de pesadillas pero era la primera vez que escuchaba acerca de un dolor físico de esa manera que atravesase la barrera del sueño y llegara hasta el despertar del niño.
El origen de un símbolo
Este niño fue el primero en la historia que tuvo esta pesadilla, porque hubo un primer niño y un primer sueño. Luego de él, muchos otros niños se despertaron y se despertarán angustiados en la noche con el temor de haber perdido a su papá. Cada uno de estos niños, por alguna misteriosa conexión, guarda en sí aquel código secreto de Joshua.
El sueño de Joshua se hizo realidad a sus 38 años, sin embargo, ningún niño jamás tendrá en sus noches el recuerdo de aquel dolor en el cuerpo, éste se ha quedado para siempre con el pequeño.
Mientras sus ojos se cerraban, su boca exclamaba: «Padre mío, ¿por qué me abandonaste?» Pero antes de agotar su aliento de vida vino muy vívidamente a su mente una imagen: la de su papá cuando era pequeño que le decía: «No tengas miedo, papá siempre está contigo». Sintió muy fuerte su abrazo, y descansó.
«Él no está aquí. Ha resucitado.»
Una tenue luz azul brillante cruza un muro, un muro de piedras. Todo tiempo es visto, todo lugar es alcanzado. Su Sentido produce efectos en todas las lenguas.
La inspiración transforma el aire en el carbono nutritivo para los vegetales cuando ellos son iluminados por el sol.
La luz del fuego atraviesa los mares y las montañas, polarizando cada condición singular en una inversión de lo real. La creación de este orden muestra que la materia muerta no está aquí, no existe.
El simulacro pierde su soplo y consistencia. Nada está aquí, solamente un fantasma desvaneciéndose.
Él está resucitado en todas partes, tocando cada ser humano, en todo tiempo. Los sueños emergen de Él, su sensación es percibida por cada ser viviente; la materia es devastada por el potencial creativo introyectado en los símbolos. No es mente inconsciente colectiva, eso es su mente, su presencia. Eso es Él, y Él está aquí.
Inversión de la realidad. Resurección.