La búsqueda del tesoro

Mientras veía una noticia que decía que una mujer joven había decidido tener su hijo en un país extranjero, me sorprendía de las posibilidades que tienen algunas personas, aún más allá de lo económico. Pero al mismo tiempo, me señalé a mi mismo acerca de los dueños de otro capital, ni económico, ni social. Permitime que te lo relate…

Hace unos 2 mil años -un poco menos en realidad- un hombre tuvo un sueño, de esos sueños «superespectaculares» con monstruos, dragones y héroes valientes luchando contra ellos; tanto se conmovió por este acontecimiento interior que decidió escribirlo y compartirlo con otras personas. Maravillado de los símbolos que podían interpretar sus amigos, este hombre no dudó en decir que sus imágenes eran un mensaje divino. Su sueño produjo un gran impacto en sus contemporáneos y quedó registrado en la historia de la humanidad. Pero esto no es lo más sorprendente.

Entiendo el fenómeno, me parece muy interesante la posibilidad de que un hombre acostumbrado al análisis de sus propios sueños pueda obtener un «mensaje» de ellos que lo conecte con otros y que, inclusive, le ayude a resolver problemas concretos -muchos científicos y artistas lograron grandes descubrimientos y composiciones a través de los sueños. Sin embargo, lo que no puedo dejar de preguntarme es «¿cómo fue que dejamos de soñar?»

Los poderosos se apropian del Reino de los Cielos

Así como los colonizadores se apropiaron por la fuerza de un continente que nos les pertenecía, también los «colonizadores del alma» se adjudicaron el derecho exclusivo a tener acceso al mundo de las riquezas interiores. Una desvalorización ideológicamente preparada nos ha llevado a estar convencidos de que no hay ninguna riqueza en nuestro interior que podamos buscar y de la cual extraer ideas creativas y resolutivas permanentemente. Hace mucho que nos convencieron de que no tenemos este potencial, aparentemente reservado de modo exclusivo a los «elegidos». Un gran chantaje y una enorme mentira.

En la medida que nos acercamos a la certeza de que no existe nada de valor en nuestro interior, nada apasionante y nada que nos pueda llevar a vivir una verdadera aventura de la vida, sea cual sea nuestra edad y condición, luego de esta creencia falsa, sólo nos queda entregarnos al consumismo de objetos.

Una vez más menciono un libro cuyos recursos fueron puestos gratuitamente a disposición del público general -también apropiados y comercializados por los «dueños de Dios»- que se llama «El camino del artista», de Julia Cameron. Este libro propone un sencillo ejercicio que consiste en escribir tres páginas matutinas en un cuaderno, en el que pueden incluirse nuestros sueños, provocando un efecto psicológico impresionante en quién tenga la determinación para poder realizarlo. Sencillo y sin costos, sólo requiere levantarse media hora más temprano.

El dragón espera con su gran boca abierta, preparado para devorar al bebé a punto de nacer.

Éste es un arquetipo, un patrón que soñó aquel hombre y que generación tras generación se repite; con las guerras, con los abortos, con los sacrificios de niños en el trabajo que los explota, entre muchos otros casos. Un esquema simbólico de análisis que nos permite comprender que el enemigo de cada nueva generación es como un enorme animal poderoso que quiere terminar con ella y… ¡qué éste es su alimento! Lo vemos en los abusadores, en todo fenómeno social en el que está involucrado el poder asimétrico, desnivelado, de un ser humano sobre otro.

¡Pero aquí están los sueños para advertirnos! Un profundo tesoro escondido al que podemos acceder cada noche en búsqueda de la brújula de nuestra alma. Ésto son los sueños: un GPS para nuestras vidas.

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