Controlar la sexualidad: ja, ja y ¡ja!

Me sorprendí profundamente el día que me dijeron que nuestra especie tiene aproximadamente 3.500.000 años desde el momento en que los primeros homínidos se pusieron de pié en la sabana africana (podés consultar «Lucy australopithecus» para mayor info). Si consideramos que más allá de 5000 años nos cuesta mucho encontrar rastros de civilización (hay pero son muy pocos), comprendemos que desconocemos aproximadamente el 99,9% de nuestra historia.

Pero lo que arqueólogos y antropólogos no pueden descifrar aún, ha quedado cimentado en la memoria genética de nuestra especie, esto es, nuestro ADN. Y de una cosa podemos estar seguros, que este ADN se ha replicado generación tras generación por medio de la sexualidad.

El control

Por algún motivo que desconozco, la sexualidad parece ser un problemita para nuestra civilización. Desde hace mucho tiempo buscamos controlarla por medio de normas y criterios de convivencia.

No pretendo «hacer historia», precisamente porque creo que desconozco la mayor parte de ésta, sino más bien referirme al presente.

La potencia con que surge la sexualidad en la mujer y el hombre en la madurez de su desarrollo no puede ser controlada con un sistema de reglas y prohibiciones (no me refiero solamente a las religiosas, también a las provenientes de la salud pública y, más aún, las que provienen de la industrialización de la vida). Es impensable que una cultura de 10.000 años pueda ir en contra de una necesidad biológica de millones de años. Estos intentos producen necesariamente un retorno patológico sobre la persona que reprime su sexualidad, como lo demostró Freud hace ya más de 100 años (Tres ensayos de teoría sexual, 1905).

¿Un permitido para los libertinos?

Nada más lejos que lo que quiero plantear. Lo que quiero decir es que si querés cuidar tu sexualidad y que ésta se desarrolle de modo sano y potencie tus facultades mentales, no podés hacerlo por medio de prohibiciones; necesitas un método «acorde a su naturaleza».

El afecto

La naturaleza para reproducirse necesita del sexo, por ello lo inviste de una fuerza poderosa; pero también necesita otras cosas para que un humano se reproduzca. Junto a la nutrición que garantice la subsistencia, los humanos para desarrollarnos necesitamos de nuestra mamífera provisión de afecto, sin este contacto próximo no podemos desarrollarnos, esto la naturaleza lo «sabe» y destina tanta energía a la erótica humana como a la afectividad. Por ello, la única manera de «controlar» la sexualidad es desarrollando lazos afectivos fuertes.

Un nuevo concepto de ser humano

Todavía no comprendo por qué odiamos tanto la sexualidad. Lo seguiré pensando…

Las religiones antiguas crearon una idea de ser humano ideal donde la sexualidad sólo tendría lugar para la reproducción. Pero también la ciencia ha hecho algo similar con supuestos fines sanitarios, el mismo límite y control normativo se deposita ahora sobre nuevas entidades; antes eran «demonios»; ahora son HIV, HPV, y otras enfermedades de transmisión sexual. Vemos de este modo como la civilización parece «necesitar» de un juicio de valor negativo sobre la sexualidad.

Un nuevo concepto

Desde mi punto de vista, hoy es el tiempo exacto en que se desarrolla un nuevo concepto de ser humano, el que se desarrolla tras la Inteligencia Artificial, un sujeto sin sexualidad. El rechazo radical de ésta.

Luego de la demonización religiosa, la patologización médica y la plusvalía sexual(*) de la industria, llega el perfecto suplantador: el sujeto artificial, el control total por abolición de la sexualidad humana.

Rompiendo la ecuación de la acusación

Desde mi punto de vista, la única manera de libertad está dada por salir de los juicios de valor sobre el otro, dejando de lado acusaciones y conceptualizaciones (sano-enfermo, bueno-malo, puro-impuro, sagrado-profano, etc.). También ello implica a la sexualidad. Ésta constituye un poderosa y profunda fuerza del ser humano que busca su expresión libre y creativa, inspiradora, por lo que no podemos cargarla de juicios de valor y acusaciones cuando en realidad la desconocemos en su vasta historia. Ella crea el arte, las pasiones, da vida a los niños. ¿Cómo alguien puede suponer que el crecimiento de una sociedad depende de las variables económicas y materiales?

(*) Plusvalía sexual: Karl Marx decía que el poseedor de los medios de producción se apropiaba de una parte del valor del producto de un trabajador, a la que llamaba «plus-valor». En una analogía psicológica, puedo pensar que la industria (a través de la invención de la píldora anticonceptiva) se apropia de un plus-valor que proviene de la energía sexual, especialmente en las mujeres que se suman masivamente al mundo laboral y productivo. Esa energía no proviene de su fuerza física, sino de su potencial sexual femenino.

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