El fin del machismo
El rebrote de feminismo contemporáneo ha hecho un agudo análisis de los problemas que causa el hombre en la sociedad, sin embargo, aunque ha realizado un preciso diagnóstico, pienso que no se ha animado a plantear la situación hasta sus últimas consecuencias.
El problema central es que el género masculino es el que provoca las guerras, es el responsable de la competitividad capitalista y su consecuente exclusión del que posee menos recursos, es también él la causa de los mayores índices de violencia. Y esto no es todo. Son las mujeres las que paulatinamente se responsabilizan exclusivamente del cuidado de los niños y de los adultos mayores, como lo podemos ver en los sectores más carenciados de nuestros países donde se concentra la mayor cantidad de habitantes.
Las mujeres de Jesús
De lo poco que conocemos de la vida pública de Jesucristo, se destaca su encuentro con una mujer con múltiples divorcios, otra prostituta, una infiel, entre otras que se hallaban bien adaptadas a la sociedad de su época. Lo más llamativo es su cercanía con la mujer en general en un contexto machista y patriarcal como lo era el judaísmo de su tiempo. Tanto es así que una antropóloga feminista como Riane Eisler (El cáliz y la espada) destaca el lugar privilegiado otorgado a María Magdalena. Pero existe algo aún más llamativo…
En el momento de ser crucificado Jesucristo, lo acompañan tres mujeres y un sólo hombre. El hombre es el más joven de sus seguidores, llamado Juan. Las mujeres emergen cuando los hombres huyen masivamente ante el temor, y éstas constituyen tres estereotipos de mujer:
- María su madre -maternidad.
- María, mujer de Cleofás -esposa.
- María Magdalena -asociada a la sexualidad libre, por haber sido una prostituta.
Lo más interesante es que en el relato evangélico, la resurrección se produce en primer lugar ante María Magdalena, aquella que representa al arquetipo de la mujer sexual, y no ante un hombre.
No es hoy, en los comienzos del Siglo XXI, sino hace ya más de 2000 años que Jesucristo parece haber puesto su pulgar hacia abajo, como aquellos emperadores ante la arena romana, frente al hombre-gladiador derrotado, caído por sus propias aberraciones. Aún cuando las tradiciones religiosas posteriores reafirmaron el patriarcado, el destino ya fue juzgado en aquel momento.
Y podemos ir aún más lejos en el análisis.
El destino del hombre
Desde mi punto de vista, el feminismo plantea la exclusión del hombre (una utopía) y no ha tenido el valor de formular el problema relevante y crítico: la mujer debe liderar al hombre; tarea mucho más difícil de lograr para una mujer castrada durante miles de años por el machismo. Todavía hay algo peor: el «arma» que señalo Jesús tiene relación con el carácter de aquella peligrosa María Magdalena.
No obstante, hay lugar para el hombre, pareciera que la crucifixión realiza un patrón de la proporción de liderazgo social: tres mujeres cada un hombre. El único hombre que sobrevivió al pánico (de ver a su amigo desfigurado por la violencia imperialista) no fue cualquier hombre, sino uno asociado al Ánima -arquetipo de los rasgos femeninos en el varón-, puesto que era el más jóven, fue el más místico de todos aquellos seguidores y… ¡el único de los 12 apóstoles que no sufrió una muerte violenta!
Sintéticamente: sólo un varón místico permanece en el liderazgo; el resto deben ser soldados comandados por una mujer.
Un extraño comentario
Una comitiva económica argentina, compuesta por tres hombres, se dirigió recientemente a una entrevista con la presidenta del FMI. La primera expresión de Lagarde fue:
«¿Soy la única mujer?»