Se habla hasta el cansancio acerca de que las “nuevas generaciones” no tienen límites, no respetan ninguna autoridad, no tienen “normas” o “ley” (según los psicoanalistas); sin embargo, éste parece ser un planteo acorde al paradigma del patriarcado, donde una autoridad coactiva y violenta impone su orden y una organización a sus súbditos o alumnos.
El patriarcado es sin dudas una faceta del padre, pero no es la única ni la más evolucionada. Este padre que impone la ley es el que tiene un cierre definitivo con la crucifixión de Jesús; toda la tradición judía representada por los fariseos de hace 2000 años es la que lo clava y mata en la cruz: es el Padre-Ley que mata al hijo, que no lo deja ser libre desde su propio espíritu. De este modo, con el elevamiento de un hijo asesinado por su propio padre (la ley de Moisés –el Dios precristiano), queda en evidencia que el paradigma patriarcal es homicida y filicida (como lo demostró más tarde la “Santa Inquisición”).
Con la muerte del hijo se produce un retorno de lo rechazado: su Espíritu de libertad. Este cambio de paradigmas deja un marca en la psiquis [individual y colectiva], que no es la marca de la Ley sino la marca del don. Se abre una nueva etapa, una nueva mentalidad y una nueva faceta del padre: el padre es el que dona, el que transmite su herencia al hijo.
Por medio de la crucifixión y muerte, Jesús se vuelve el Padre y hace lo que el padre-ley (Moisés) no hizo: crea una identidad empática y la dona, la transmite.
De este modo, la Pascua (el paso a través del sufrimiento y la muerte) es un acto de empatía de Jesucristo con la comunidad, el 100 % de sus neuronas espejo funcionando en contemplación del otro… del otro ser humano, hasta del “impuro” que la ley judía y patriarcal de aquel tiempo segregaba.
El acto de Jesús dice: la empatía con el sufrimiento de otro ser humano lo sana. De modo similar a como el tejido nervioso drena la tensión interna del sistema, también los seres humanos podemos hacer esto unos con otros, si estamos “conectados” afectivamente. Por ello, mucho de la ley moral que juzga al bueno y al malo y los polariza, produce la exclusión y la obturación de la empatía.
Tiempo pre-cristiano
- Ley y tradición
- Padre como agente limitante y “castrador”
- Letra escrita (las tablas de la Ley)
- Patriarcado: interacciones de sumisión y violencia
Tiempo cristiano
- El nuevo padre (Jesucristo) deja su marca (la empatía con el sufrimiento)
- Padre como agente que dona una herencia al hijo
- Afrontamiento del mundo externo
- Fratriarcado: comunidad.
Lo que produce el cambio de realidad y de paradigmas es el paso del ser humano por la angustia, que en última instancia siempre es angustia de muerte. Ésta es la Sombra que no podemos soportar y que al mismo tiempo tampoco podemos evitar.