En el año 2005 se publicó una investigación por Universidad de Palermo (Alonso) en el que se informó que había en Argentina 56.000 psicólogos, lo que representa al país como el de mayor proporción de psicólogos por habitante de todo el mundo, equivalente a 154 profesionales por cada 100.000 habitantes, lo que constituía al momento de la investigación un crecimiento de casi el 50 % en los últimos cinco años. Es un dato relevante; nos interroga acerca de a qué podría responder este fenómeno social.
Para situar este interrogante, consideramos que la cultura occidental se halla establecida sobre dos pilares paradigmáticos de su pensamiento o cosmovisiones: el cristianismo y el pensamiento griego del siglo V a.C.
Los psicólogos, como profesionales de la salud mental, son una institución contemporánea de nuestra cultura, sus comienzos se pueden situar hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX. Sin embargo, el arquetipo cultural que encarnan no es contemporáneo sino antiquísimo, dicho patrón transcultural es el del sanador, mezcla de investigador con chamán. Hasta donde hemos observado, todas las civilizaciones conocidas lo tuvieron. Inclusive, se destaca en la mitología griega la leyenda de Quirón, el “sanador herido”.
Con la emergencia de la sociedad industrial (posterior al Siglo XVIII), la Medicina quedó absorbida por sus encantos positivistas y el espíritu del arte de curar se retiró de ella. La Medicina trastoca el arte de sanar por la “industria de curar”.
Empero, sucede otro fenómeno, quizás aún más importante y previo a la Revolución Industrial: la teología cristiana-católica desarrolla una extraña adoración por una diosa griega: la Filosofía (san Agustín retomó a Platón en el siglo V y Santo Tomás de Aquino a Aristóteles en la Edad Media). Es precisamente la teología tomista la que conduce este camino al extremo y hacia un abismo en el que la Fe como experiencia mística y trascendente es asfixiada literalmente por la Razón griega (pre cristiana y construida con fines políticos de dominación –Platón era un político que construía su relato a través de la mitología, con la finalidad de lograr la adhesión popular a su voluntad).
Esta auténtica idolatría realizada por los teólogos católicos deja un lugar vacante: a nadie ya le interesa sanar las almas (la Medicina se ocupa de arreglar engranajes de un mecanismo y la Teología de dar razones filosóficas a problemas de hace 2500 años). El arquetipo queda libre y disponible para quien quiera servirse de su poder. Y los psicólogos lo tomamos. Para ser más sinceros, fueron los psicoanalistas quiénes lo hicieran (una especie también repudiada por la teología católica).
Por lo tanto, la SOMBRA es una necesidad oculta que tanto la ciencia como la teología rechazaron. ¿Cuál es esa Sombra? Curar por EMPATÍA. Los médicos pretenden cada vez alejarse más de su paciente, que ya cada vez menos es tocado por ello sino que introducido en máquinas que lo analizan técnicamente; los teólogos se esconden tras un ritual que les de seguridad… ¿Qué le pasa a la gente de este planeta?
Retomando la idea… “curar por empatía” no es un acto, ni una técnica, menos aún una racionalidad griega; curar por empatía es un Arquetipo del Inconsciente Colectivo. Quién representa ese arquetipo en nuestra cultura es Jesucristo. La teología lo transformó en un filósofo, un pedagogo de reglas morales o una estatua en un santuario. No obstante ello, si miramos los pocos rastros de su historia, lo primero que vemos es que era un sanador (de cuerpo, mente y alma, puesto que la civilización oriental judía no separaba estos términos sino que consideraba al hombre una sola cosa). Esto, permanece en la oscuridad para la teología.
El catolicismo cometió un error estratégico: en vez de tomar la mitología griega y reconducirla hacia sí (por ejemplo, tomando el mito de Quirón para explicar el carácter sanador de Jesucristo –que es similar), hizo lo contrario, llevo la experiencia cristiana hacia la Filosofía, desechando la mística por ser “irracional” y “no demostrable”, terreno de “mentes perturbadas”.
“David y Goliat”
Cuando se trata de Latinoamérica las malas noticias suelen tener 500 años de historia, como mínimo. Desde nuestro perspectiva, este arquetipo inconsciente que retoma la psicología clínica viene a intentar destronar otro arquetipo, un “ídolo” que adora América Latina y cuyos orígenes se enraízan con la sumisión de las dos terceras partes del continente: el de la madre pseudo-protectora que brinda seguridad, consuelo y no permite el afrontamiento del mundo real, finalmente insensibiliza como a un niño egocéntrico que sólo piensa en la satisfacción de sus necesidades inmediatas. ¿Un psicólogo versus la Virgen de Guadalupe? Creo que David tenía mejores “probabilidades” contra Goliat…
En fin… los psicólogos se insertan en la Sombra de JesuCristo, acorde a la matriz de pensamiento occidental que brinda esa disposición del Arquetipo del Sanador, en zona de conflicto con la Ciencia y la Teología.