No es un tema sencillo de hablar, no es fácil decir ni expresar el dolor que siente un padre cuando sus hijos no le hablan, lo culpan, se encuentran distanciados de él y ya no le dicen «papá».
¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué sucede?
Quizás podemos comenzar a comprender esto con un fenómeno de la naturaleza que nos puede ayudar a comprender la realidad de la paternidad en nuestro medio.
Algunas águilas, cuando realizan su nido colocan espinas en derredor que cubren con plumas cuando los pichones son pequeños; una vez estos crecen, los papás águilas van quitando las plumas forzando a los «grandulones» a abandonar el nido. Y si con esta estrategia no alcanza, los empujan directamente para que tomen vuelo.
Cuando los jóvenes crecen y se preparan para la vida adulta es normal que comiencen a percibir diferencias con sus papás -me refiero a los humanos- porque ello responde a una necesidad de separación de la naturaleza; los jóvenes lo interpretan como «papá es malo», «papá no me compró el último iPhone», pero el plan de la creación es otro: sólo están respondiendo a una necesidad biológica de distanciamiento para alcanzar la madurez. Por lo tanto, esta situación tiene un potencial revelador: ¡nuestros bebés de 20 o 30 años están preparados para madurar!
¿Y qué pasa con papá?
La separación también es para el padre y en nuestra especie éste tiene un trabajo que realizar destinado a reconfigurar el vínculo con sus hijos, pronto adultos. Ya no es más «papá», el padre de la infancia, ideal, cargado de mitos y fantasías; se alumbra entonces la llegada del padre real.
Ante esta situación de separación, la interpretación que el padre realice es crucial y determina el curso futuro de los sucesos. Se abren tres escenarios posibles:
- Reacción de enojo frente al hijo/a;
- Reacción de tristeza y culpa;
- Acción de reestructuración de la figura paterna.
La primera y la segunda pueden ser un trágico error, resintiendo de modo duradero el vínculo, ¿pero en qué puede consistir la «reestructuración de la figura paterna»? No se trata del vínculo con el hijo, es el mismo padre el que debe realizar un proceso de transformación difícil para poder evolucionar desde esta situación. Para intentar aclarar esto, quisiera mencionar un mito griego, la historia de Ulises, recitada por el poeta Homero en la Ilíada y la Odisea. Este mítico rey debe partir a la guerra de Troya contra su voluntad, es obligado, ya que en realidad él prefería quedarse junto a su esposa y su hijo, por lo que esta situación se convierte en una separación de su hijo Telémaco pero es esta condición la que lo lleva a realizar grandes proezas -como inventar el caballo de Troya- y convertirse en un héroe y un rey de tierra y mares.
La situación del padre distanciado de sus hijos tiene mucha similitud con las adversidades que con perspicacia debe sortear Ulises -rey fuerte que se caracteriza por resolver los problemas con ingenio y nunca por la fuerza. No obstante, esto implica un problema más serio de lo que a primera vista puede parecernos:
El padre en distancia con su/s hijo/s deberá desarrollar nuevas habilidades que lo hagan afirmarse fuertemente en la vida. No es tarea sencilla puesto que este papá posiblemente ya curse la mediana edad.
El mensaje de la vida para el padre es muy duro:
Sus hijos necesitan un padre nuevamente en acción y listo para demostrar su fortaleza; de otra manera, le resta el trágico final de ahogarse en la depresión, como sucedía con los marineros de aquella leyenda que caían al mar adormecidos por el canto de las sirenas.