El domingo escuché una pregunta, era una pregunta sutil, en apariencia sencilla, pero una de las pocas preguntas que realmente no puede el ser humano responder. Esa pregunta apuntaba a un límite que no podemos percibir, como cuando intentamos pensar en el límite del universo. Allí nuestro sistema cognitivo -nuestro pensamiento- toca una especie de agujero negro de la psiquis. La pregunta decía algo más o menos así:
¿Hay condenación?
¿Existe el juicio, el juzgar?
No es una pregunta teológica acerca de lo que pase en «el otro mundo», es una pregunta concreta sobre nuestra vida cotidiana.

Cuando escuché la pregunta, que no podía ni puedo responder, argumenté que los curadores curamos independientemente de la voluntad de las personas, o de si son buenas o malas, sólo es necesario entrar en contacto; por lo tanto, puedo decir que hay sanación y supongo que Dios también debe querer salvar a todo aquel con el que entre «en contacto personal», como lo hizo Jesús. No obstante, no nos apresuremos con mi optimismo.
Mi día se oscureció de inmediato a partir ese momento, aún cuando era exactamente el mediodía y quedé realmente abatido sin saber por qué. Quizás pienses que soy muy vulnerable y que esto es una gran estupidez. Es posible, pero como te dije, pertenezco al gremio de los curadores y la naturaleza ha ocasionado una particular herida en nosotros que nos produce sensibilidad con las cosas que enferman la psiquis de las personas. Si me permitís, voy a intentar mostrártelo.
Absorbiendo un poco más de veneno
Antes pensaba que era una bendición del Señor poder tomar el «veneno» de otra persona y generar los «anticuerpos» para ella -como lo hacen los caballos al producir el suero antiofídico que neutraliza la ponsoña de la serpiente-, ahora lo vivo como una maldición de la que no puedo huir.
La cuestión es que me llevó varias horas poder salir fuera de ese estado de desolación aparentemente injustificado, y pude hacerlo a través de una imagen o un símbolo que llegó a mi mente y que me permitió comprender la tensión existente entre el ser humano y el mal -el mal real, no estoy hablando de cuestiones del más allá.
Dones en conflicto
El mito del Génesis muestra un atributo del ser humano que aún hoy, miles de años después del enunciado de este libro, no llegamos a comprender. El ser humano tiene una cualidad que lo hace semejante a Dios, que lo «diviniza» podría decir y que, simbólicamente representa el árbol de la vida en el relato legendario, del que Adán y Eva sí podían comer. O sea: el mito dice que el ser humano recibe un don de Dios y que éste es la capacidad de crear -junto con Dios. La creatividad sería entonces el aspecto que más emparenta al hombre con lo celestial. Sin embargo, Dios tiene otra cualidad que también «dona», pero esta vez no al hombre, sino a los ángeles: a ellos los «co-participa» del don de juzgar. El símbolo de ello en el relato del Génesis es el árbol del conocimiento del bien y del mal -esto es: «discernir, separar esto de aquello», o sea: «juzgar»-, árbol con el que tienta la serpiente a Eva.
Permitime una digresión…
Este es el momento en el que todos los que tienen un trauma por algo que le hizo un sacerdote, pastor o lo que fuera, salen a esgrimir todas sus razones y fundaciones, aforismos y silogismos… No te evadas del problema por favor, lo que te estoy comunicando es mucho peor que lo que te hayan hecho y, además, nadie va a decírtelo. De hecho, te desafío a que encuentres alguien que te lo haya dicho… ¡Sin adquirir posiciones ideológicas! Ya que, si así fuese, otra vez estaríamos hablado de «juicios de valor». Creo oír tu pregunta en este momento… ¡Así es! ¡No adopto ninguna postura acerca de nada! Te confieso que no es idea mía, lo tomé de Lao Tsé.

Luego de todo esto -gracias a Dios no fui tan extenso- intento volver al eje del razonamiento.
El asunto es que hubo un ángel, un tal Lucifer, que poseía dos rasgos sobresalientes -esto quiere decir que no era un No Name en el Reino de Dios-, este personaje era el más bello de los ángeles que Dios había creado y el más inteligente. Cómo si no fuera poco, compartía con Dios y con el resto de los ángeles el don de juzgar, el cual el ser humano no tenía, le estaba prohibido explícitamente por el Creador. Lucifer no acepta que los ángeles, o sea: las Funciones Psicológicas Superiores -inteligencia, cálculo matemático, analisis lógico-racional, bla… bla… bla…, y todo eso-, no puedan crear.
¡Momento! ¿No te lo dije? Bueno, entonces te cuento que los ángeles son un símbolo de funciones psicológicas inconscientes -¡por eso son invisibles!- del ser humano.
Estoy divagando demasiado. Lo que sucede es que me llegan críticas de todas partes, quiero responder y no acepto que no puedo todo 😦
La cuestión, decía, se traza en este plano: Lucifer rechaza la posibilidad del Yo (= humano) de crear y lo ataca ofreciéndole la posibilidad de juzgar el bien y el mal, distinguir al justo del pescador, el salvo del condenado. Las implicancias de esto son mucho más grandes de lo que puedas imaginar, todo nuestro orden social está asentado sobre este error, el de desplazar a la creatividad por el juicio.
Estoy agotado… Necesito un vaso con agua.
Antes que me grites te lo confieso:
– Sí, soy anarquista, no creo en el Estado.
¿Sabías que el anarquismo surgió de comunidades cristianas y de piratas? Lo dejamos para otro ensayo.

El gran Creador
Esta tesis de la artista Julia Cameron pone en evidencia lo que estaba delante de nuestros ojos; si Dios es el que creó todo, entonces…
¡El tipo se dedica al arte!
Desde el punto de vista psicológico, esto significa que la función paterna (=Dios) que resulta eje central de la psiquis humana tiene los recursos propios para solucionar las situaciones problemáticas que encuentre a través de la creatividad; nunca -¡jamás!- a través del juicio de valor. La herramienta natural de resolución de problemas para el ser humano es su destreza creativa, no la acumulación científica del conocimiento.
¡Basta! ¡No voy a responder a esa pregunta! Ya dije que Lucifer (= inteligencia y belleza… ¡Oh! Instagram… ¿quién es el joven más bello de toda la comarca?) también es creación de Dios y el árbol del conocimiento (= ciencia) el mismo Dios lo puso en el medio del Edén; con lo que queda claro que la ciencia es valorada por Dios, sólo que no tiene autonomía suficiente para dominar a la creatividad. De aquí el símbolo de Lucifer que intenta suplir el lugar de Dios y ser él «quién mande en este mundo».
– No no no, estoy cansado, no voy a hablar de Einstein y la bomba atómica. Me voy a dormir.
