Una palabra vale más que mil imágenes

Ulises y Edipo

Un solo factor es suficiente para analizar cuál es el estado de una sociedad, de una comunidad o, incluso, de una familia. Éste es el padre y determina un encadenamiento de eventos futuros o de elementos significantes sucesivos.

El lugar del padre es accesible de modo directo en la Biblia, sin embargo, es una referencia de la literatura griega la que menciono en este texto. Todavía aún más llamativo es que autores como Sigmund Freud y Jacques Lacan (ateos) hayan dado un lugar primordial en su teoría al lugar de la función paterna en la psiquis humana.

No es necesario ahondar en este tema. Sólo puntuar que existen colectivos humanos que cíclicamente olvidan este hecho evidente; precisamente en el momento previo a su autodestrucción. No obstante ello, podemos ver otras comunidades que no lo olvidan en sus momentos más críticos, los cuales determinan quiénes son hoy. Pienso en Winston Churchill, quién condujo a Inglaterra en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Seguramente hay muchos nombres más apropiados que encontraras en tu propia experiencia, pero más allá de nombres e historias, la psicología profunda, la matemática y la informática comienzan a encontrar un «camino» en común:

El padre es el 1.

Un Rey, un Líder, un Padre. La presencia del 1 en la naturaleza y la cultura.

La paternidad en nuestros tiempos

En la víspera del día del padre presentaré, junto a mi equipo de trabajo, este libro sobre la figura paterna en la sociedad actual. Es el tercero de una serie enfocada en los aspectos psicológicos y sociales del vínculo padre-hijos. En este caso, la historia se traza sobre un hombre cuya hija ha desaparecido misteriosamente, imagen simbólica del hombre que pierde su alma detrás del consumismo, el hedonismo y la violencia.

La narrativa es acompañada por una sucesión de ensayos en los que argumento por qué considero que la restitución de los daños del fallo de la función paterna es la clave de lectura para comprender el devenir de las próximas generaciones, huérfanas de dirección y sentido para sus incipientes vidas.

La marca del padre

En nuestra civilización, los hombres de todas las épocas han planteado que la manera en la que el niño se vuelve “hombre” tiene la forma del rito de iniciación, en el cual el joven varón es sometido a una situación de máximo estrés y exigencia, ante lo que hacer emerger un fuerte instinto de supervivencia y allí recibe una marca sobre su cuerpo que los hombres adultos realizan sobre él de modo indeleble -puede tratarse de un tatuaje, la amputación de una parte del cuerpo, una herida que deja una cicatriz para siempre, introducción de substancias sobre la piel para modificar su aspecto, etc. Ésta es la marca de los hombres adultos sobre el niño devenido en hombre tras el proceso traumático de la iniciación.

La marca en la actualidad

No se trata de prácticas de otras épocas y lugares, en nuestras sociedades supuestamente civilizadas estos ritos de iniciación se encuentran solapados, ocultos detrás de otros comportamientos típicos que tienen la misma finalidad en cuanto a la iniciación del joven varón en el mundo de los hombres adultos.

¿Cuál es el fundamento de estas prácticas? El joven varón, a medida que crece y despliega su energía viril se vuelve inestable y destructivo sino es educado en el uso de su agresión. Lo cual, lamentablemente, es cierto.

Sin embargo, esto es lo que sucede en el cuerpo del varón; existe otra realidad para su alma y que es el tema en el que quiero hacer foco en este ensayo. El alma del joven, su Ánima en términos de la Psicología Junguiana, emerge con fuerza tras la pubertad y, tarde o temprano el joven que no pasa por el rito de iniciación se verá ante la situación del enamoramiento hacia una joven. El fin ha llegado: el joven ve emerger en él un sentimiento imposible de controlar y soportar si no tiene una figura paterna fuerte; la crisis del enamoramiento más fuerte se denomina “posesión del Ánima” y conduce al varón hacia la melancolía desde donde no hay medios para rescatarlo produciendo en algunos casos el suicidio; sin llegar a tal extremo, las madres de los jóvenes en estas situaciones son conscientes de la auto-destructividad que se genera en el varón inmaduro en el amor. En pocas palabras, los ritos de iniciación impiden esta situación.

El espíritu de este tiempo

La iniciación produce entonces una marca que no es meramente sobre el cuerpo sino que busca alcanzar el alma, busca matar el Ánima-sentimiento del niño apartándolo radicalmente del mundo materno y sólo permitiéndole la fraternidad entre hombres que le enseñarán a mudar su afecto infantil en agresividad masculina -muy útil para la guerra o el trabajo “de sol a sol”. Una finalidad muy valiosa para la productividad de los sistemas sociales. Este nuevo hombre podrá tener una esposa e hijos, podrá ser un excelente compañero de trabajo, vecino del barrio, pero no va a enamorarse.

No estoy buscando criticar esta situación, todo lo contrario. Si sos papá o mamá con un poco de experiencia sabés que esto es así y que no se puede evitar. Mi análisis apunta a mostrar que esto remite a la categoría junguiana de “espíritu de la época” (o “del tiempo”), que significa el modo de pensar de una época o de una condición humana, lo que los seres humanos hemos podido elaborar para nuestro desarrollo en la relación entre naturaleza y cultura.

Pero hay algo más detrás del muerte del ánima del varón; otro espíritu.

El Espíritu de la Profundidad

Hace ya varios años leí un libro que se titulaba “De amor herido”; un librito muy sencillo pero de los más satisfactorios que he leído. Como corresponde a un buen libro, lo regalé. En este texto, el autor mostraba una serie de personas de diferentes lugares que, en un momento de sus vidas, habían experimentado el encuentro con una situación que los dejó para siempre “marcados” por una sensibilidad que jamás pudieron borrar, una especie de herida de amor que los cambió para siempre en cuanto al sentimiento consigo mismos y a la relación con las otras personas, por lo general por una especie de acto de empatía que rompía todos los preconceptos y racionalizaciones de la persona. Todos estos casos tenían un patrón en común, una especie de “hilo misterioso del destino” los unía.

Esta experiencia, de todas las épocas, tiempos y lugares, no es creada por la cultura como en el caso de los ritos de iniciación; esta experiencia proviene de la estructura neuropsicológica de la empatía y surge desde otro plano de la realidad: el Espíritu de la Profundidad que es una especie de reserva de patrones -arquetipos- que se encuentran en el Inconsciente de la humanidad. Este arquetipo del “amor herido” que brota desde las profundidades del psiquis humana vuelve a atraer hacia la consciencia el ánima sacrificada del hombre y lo fractura, lo quiebra, rompe la imposición que el patriarcado precedente -y repito: necesario– había hecho sobre el Yo del hombre. Ésta es una experiencia de integración psicológica (integración en el sentido de conocer lo que existe “dentro” de la mente humana) que restituye el daño que la cultura había realizado. El hombre que posee esta experiencia no es nunca más el mismo.

A diferencia de los ritos de iniciación, no es posible producir voluntariamente el encuentro con el Ánima; sucede o no sucede, al menos hasta donde llega mi conocimiento.

Ambas instancias, la de la marca que subyuga al Ánima y la de la herida de amor que la restaura completamente son procesos necesarios en el desarrollo psíquico del varón. Sin la vivencia de ambos el hombre está incompleto y perdido de sí mismo, su Yo vaga como un zombi en búsqueda de su alma muerta.

El nuestro, el del siglo XXI, es un momento crucial para comprender la psicología del varón en tanto es el eje central del desarrollo sano de los niños; nuestro continente y nuestro mundo padece líderes inmaduros que atraviesan la vida matando el ánima de otros seres humanos debido a su propia inmadurez, lo padecimos muchas veces en Argentina, yo mismo vi los soldaditos de 17 y 18 años marchar por la avenida de mi ciudad hacia la guerra de Malvinas, por las decisiones de viejos decrépitos y violentos que necesitaban demostrar poder en compensación de sus penes impotentes.

La marca del padre no se puede evitar, pero el joven varón debe ser reconducido hacia una experiencia mayor, la de la sensibilidad por el sufrimiento y el dolor de los niños, sea cuál sea la forma que éste revista; sea cual sea su propia manera de amar.

man holding a child

La mujer y el aborto

¿Por qué una mujer «desea» abortar?

El debate actual sobre la ley del aborto ha hecho que un sector de la sociedad reaccionara enérgicamente en favor de la vida, este sector es mayormente católico y cristiano. Como psicólogo clínico, intento analizar las percepciones de los individuos, puesto que lo que consideramos «real» no siempre coincide para uno y para otro.

Desde mi punto de vista, un sector social frente al otro entran en disputa sobre la base de percepciones que se dividen. Pienso que una mujer que quiere abortar no está deseando «matar a un niño», sino que lo que busca es otra cosa. ¿Pero qué es esa «cosa»?

Ante esta situación, el grupo social que defiende la vida percibe esto:

 Una mujer quiere matar a su niño por nacer.

La mujer y el amor

Antes de plantear la otra postura, te comento un fenómeno que veo a menudo en el vínculo amoroso entre un hombre y una mujer, sobretodo cuando ella está muy enamorada de él; en esos casos, suelo ver una actitud como de «espejo», una especie de destreza femenina que consiste en reaccionar en todo a él, como si fuese su total complemento y la contracara de todo lo que él necesita, esto es absolutamente lógico por la gran capacidad empática que posee la mujer.

En el mito estadounidense contemporáneo más relevante, La Guerra de las Galaxias, Episodio III, una joven enamorada del personaje principal y embarazada de él, al tomar consciencia de que él «se ha pasado al lado oscuro de la Fuerza», tan sólo se deja morir, como si ella misma fuese un reflejo fiel de lo que se sucedido con el alma de su amado, el cual se ha vuelto maligno tras… ¡asesinar niños! Una curiosa casualidad, excepto que uno supiese que la producción de la película fue asesorada por mitólogos y psicólogos junguianos.

La Guerra de las Galaxias y los niños por nacer

Esta referencia mitológica me conduce a preguntarme por qué los hombres parecemos estar ajenos a este debate actual, no me refiero al hombre en general, sino al que participó de aquel embarazo no deseado. ¿Dónde está? ¿Alguien ve a un hombre por allí? Avísenme por favor. Por este motivo, considero que una mujer que desea abortar es como aquella novia de Anakin Skywalker (el personaje de la película), cuya Ánima enamorada ha muerto por traición del hombre al que se entregó y, fiel a sí misma, no puede dejar de seguir siendo espejo de él, puesto que esto es lo que ha decidido en su corazón. Por lo tanto, mi hipótesis de trabajo acerca de las mujeres a favor de la implementación de la ley del aborto es que su percepción dice:

No puedo dejar de ser espejo del hombre.

Nota: soy consciente que este análisis no abarca la totalidad de los casos, no pretende hacerlo. Sólo se trata de un ensayo.

 

​El Arquetipo más peligroso del Inconsciente Colectivo

Ciclotimia y Estados de ánimo cambiantes (2)

Quiero cuidar cada palabra que escribo porque ellas no son neutras y remiten a pensamientos que no son neutros.

Ayer vi en el cine una película muy buena y muy fuerte al mismo tiempo; se llama “Belleza inesperada”, y trata sobre un hombre que ha perdido a su hija. Habla sobre la necesidad que todos tenemos de estar conectados unos con otros y que allí existe una belleza infinita.

La vida, en su entrelazamiento con la muerte, el tiempo y el amor, producen una tensión indescriptible; pero de esa tensión surge, con la fuerza de la Resurrección, la necesidad de conectar con otros. Es lo que Jesús le hizo ver a María Magdalena, cuando ella se puso de espaldas al sepulcro y quiso agarrarlo para retenerlo junto a sí para siempre; o como ella le dijo previamente sin reconocerlo: “dime dónde lo pusiste y yo me lo llevaré”, mostrando su anhelo melancólico de poseerlo por siempre, aunque sea sólo un cuerpo muerto.

Él rompe su esquema y le dice que lo suelte y que vaya con sus hermanos, porque allí lo va a ver a él; Jesús envía el alma enamorada a conectar con las otras personas, y allí vuelve a aparecer con toda la fuerza de la Resurrección.

El Amante es la puerta hacia el Sentido

El arquetipo del Amante es el más peligroso de todos para el orden social; el Sabio descubre principios ocultos que los Reyes instituyen en un orden y un territorio, y los Guerreros lo defienden en su servicio (según autores post junguianos, los cuatro patrones colectivos de personalidad predominantes son: Guerrero, Rey, Sabio y Amante).

Pero al Amante parecen no importarle estas cosas, él y ella son cuerpo y sensación. Incluso JesuCristo lo coloca en primer lugar (representado por María Magdalena, una amante herida) y ante situaciones límites, como la de los duelos, es el único arquetipo que tiene la fuerza suficiente como para poder sobrellevar y superar el dolor; pero no solamente en estas vivencias muestra su poder, también es el único que moviliza la pasión de un emprendedor, de un visionario, el que impulsa la procreación -el sentido biológico fundamental. Aunque cueste reconocerlo, sin las vivencias que aporta este patrón del Inconsciente Colectivo, la vida no tiene sentido. Por lo tanto, el Amante es la puerta hacia el Sentido.

Por otra parte, la angustia intensa que siente el melancólico es la respuesta a los mismos pensamientos de culpa y autocastigo que, por lo general, se autogenera. Se castiga con el dolor de la ausencia, ya que la toma como algo concreto con lo que dañarse a sí mismo. Si bien la culpa permanece, el reconocimiento puede traerle algo de tranquilidad.

En una aparente paradoja, el arquetipo del Amante conduce al fortalecimiento de un aspecto del Sí mismo que funcione como sostén ante la presión del enamoramiento y del duelo, ambos tan emparentados como los pares de opuestos que se atraen; posiblemente los sentimientos más intensos que experimentamos los seres humanos.

El enamoramiento hace que el sentimiento erótico se dirija hacia una sola persona, pero para que ello sea posible, exige una fortaleza de carácter que muy pocos pueden soportar, como lo recitó Homero en la Odisea, donde sólo el inteligente y experimentando rey Ulises puede atravesar el mar de las sirenas manteniéndose ceñido al mástil de su barco. Vale para la psiquis del hombre como para la de la mujer, sin embargo, es el hombre el que necesita más psicoeducación en este plano.