La trampa del poder llega a la mujer

Jerarquía y competición

Allí los hombres encontramos un perverso placer, el de someter a otro hombre. Ahora, la evolución del pensamiento contemporáneo se lo ofrece a la mujer como el fruto prohibido de aquel árbol mitológico del Génesis. Es la trampa del poder, un acceso a nuevas formas de sensibilidad reducidas esclusivamente al ámbito del hombre durante miles de años. Pero ello requiere dejar algo: lo afectivo. Y lo afectivo por excelencia son los niños. El objetivo del proceso social del espíritu de nuestra época son los niños. ¿Por qué? Por la sensación de saturación percibida que tenemos en las grandes urbes; en esta oscura mentalidad, ellos tienen la culpa y «devoran» nuestros recursos. Sin embargo, la situación es precisamente la inversa.

La pantalla grande tiene la función de un espejo, en tanto nos da una imagen en la que observarnos

En casa no hay televisor, no hay computadora ni wi-fi. Observo miradas muy extrañas cuando lo comento, pero es tan intenso lo que encuentro en este divorcio de la tecnología que no creo poder transmitirlo. Una enorme cantidad de mi energía psíquica era consumida por el televisor, horas y horas de una fortaleza drenada con una placentera anestesia emocional; no consumía televisión, ella me consumía a mí.

El piso del comedor abunda en juguetes, libros y cuadernos en los que escribo. Paso mucho tiempo en contacto con el suelo, una experiencia inspiradora. Repliego la energía hacia mi Yo y está allí, con toda su intensidad, para poder dirigirla hacia dónde quiera.

Romper la pantalla es como romper una imagen de nosotros mismos, de esta manera accedemos a un mundo diferente, un mundo por fuera del predominio de la especularidad. Es lo que intento mostrar en el texto de Alicia sin Espejo. Son conceptos complejos, sin embargo, provienen del Espíritu de la Profundidad (Jung) desde hace miles de año. Como el agua que brota de una napa profunda, son un reservorio impresionante de energía para la salud y creatividad de una persona, como el acuífero guaraní. Sólo que hay que apagar la tele y empezar a excavar.

Ácido para el alma

La «generación dorada» (así se autodefinen los que fueron jóvenes universitarios en la década del ’70) brilló tanto ante el espejo que, como Narciso(1) enamorado de su propia imagen, terminó ahogándose sin poder percibir el destino de sus hijos. Las nuevas jóvenes no tienen el respaldo afectivo que necesitan, por ello deben ir en busca del poder como en un intento de autodefensa. Éste poder (por lo general asociado al dinero y estatus social), indiferente en sí mismo, ha cerrado al acceso al «otro mundo», el del alma o de la psiquis, no hay más búsqueda interior, trabajo espiritual. Esto hace que, ante una crisis real, no existan mecanismos de contención ante el derrumbe psicológico.

En un esquema sencillo, el poder y el afecto (de modo especial por los niños) se contraponen; como compensación, el vínculo de poder ofrece al individuo una «sensación» de placer, mientras que el vínculo afectivo ofrece un «sentimiento» de placer.

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1. En el mito de Narciso, éste se enamora de su propia imagen reflejada en el agua de un aljibe y cae en él, queriendo poseer su propia imagen al mismo tiempo que se ahoga.

El poder espiritual de la mujer

Hace unos meses mi hija de tres años dejó de almorzar conmigo, todo lo que le ofrecía no lo comía sino que después se alimentaba con alguna fruta u otra cosa. Le dije enojado: «¡No! ¡Una pinina anoréxica no!, ¡espera por lo menos a tener 15 años!» No podía saber qué había pasado, por qué de un día para el otro no quiso más que yo la alimentara, a pesar de que en lo restante se seguía mostrando muy bien conmigo.
La semana pasada, en un momento de introspección, recordé que hacía unos meses una persona cercana me había sugerido que adopte una posición de mayor poder con mis hijos, me criticó que fuera muy flexible y permisivo con ellos y que debía mostrar una relación más vertical. Cómo era una persona cercana, le creí y seguí su pauta.

Cuando tomé consciencia que esta sugerencia había sido hecha con mucho rencor, por el vínculo afectivo tan estrecho que tengo con mis hijitos siendo un papá solo -voy a confesarlo: juego a las muñecas con mi hija y le enseñé a pintarse las uñas…  😦

Te decía que cuando tomé consciencia de este error que había cometido, el mismo día y sin que dijese nada, me sentí conmocionado y dolido por no haber seguido mi intuición. Ése mismo día y no otro, mi hija volvió a aceptar la comida que le preparé (la misma que todos los días). Ya sé, no me creés. Yo tampoco me creo. A pesar de que a partir de ese momento mi hija volvió a comer normalmente, todavía no puedo creer lo que pasó, no puedo explicar cómo lo percibió inmediatamente.

Una niña se pone de pié

Creo que sentí una mezcla de temor y respeto por la vida cuando tomé consciencia de la sensibilidad espiritual de esta niña que a penas habla, cómo percibió que su papá había sido afectado espiritualmente y había sido puesto fuera de eje. ¡Qué increíble poder tiene una niña!

Recuerdo una película de Denzel Washington y Dakota Fanning: «Hombre en llamas». La niña que sufre desprotección es un tema arquetípico en muchas tradiciones y mitologías. La niña desprotegida enciende un hombre en llamas que sale a protegerla con toda su fuerza. Recuerdo a Jesús resucitando a una niña, pero me detengo en otra referencia antigua…

«El que los toca a ustedes, toca a la niña de mis ojos. Yo levantaré mi mano contra ellos…» (Zacarías 2,8).

Esta fue la profecía de Zacarías, lo interesante es el momento en el que se produjo esta expresión que quedó suspendida atemporalmente en la historia. Fue pronunciada al comenzar la restauración de Jerusalén, luego del exilio en Babilonia, el acontecimiento más traumático de la historia de Israel; fue una «señal» de reinicio y de comenzar una nueva etapa de prosperidad en la vida de aquellos hombres.

¿Por qué te digo esto? ¡Para que te descargues la app!

Según la Psicología Junguiana, los arquetipos y estructuras mitológicas de la historia conllevan una sabiduría y un potencial que se despliega cuando se produce la sincronización entre la mente individual (la tuya, la mía) y la mente colectiva de aquellas personas que dejaron sus vivencias impregnadas en estos relatos inspirados por el Espíritu que atraviesa a todos los seres humanos (el ‘Espíritu de la Profundidad’, en la Psicología Junguiana).

Pero vayamos más profundo todavía y con otro concepto junguiano. Según este psiquiatra suizo, el Inconsciente de un hombre es femenino (Ánima) y viceversa en una mujer (Ánimus). Por lo tanto, la resurrección de una niña desprotegida es la puesta en pié del poder del Ánima, del Inconsciente del hombre (de la conciencia en la mujer). Por  lo tanto, nos es posible a las mujeres y a los hombres, a través de la protección, «conectar» con esta potencia oculta de la psiquis humana, que es relativa al poder espiritual de la mujer. Una especie de despertar del arquetipo.

Un fuerte abrazo.