Esta mañana ingresé a un librería para comprar unos libros escolares. Mientras esperaba por el librero me detuve unos minutos frente a la obra completa de los Hermanos Grimm que compendian cuentos de hadas de la Edad Media. En ese instante, un súbito poder me transportó al más allá y sentí esa conexión mágica que estos libros producen sobre mí, esa liberación de la imaginación y el acceso a un mundo fascinante de valores ocultos entre estas páginas sobrecargadas de creatividad.
Netflix y Disney
Pero aquí está el siglo XXI, con todo su desarrollo tecnológico que llega hasta el plano más profundo de nuestras mentes por medio de la inteligencia artificial, aún hasta nuestros sueños.
La actividad mental que realiza un niño cuando le leemos un cuento de hadas es muy diferente a la que acontece cuando mira una animación de una productora de cine. Y es de capital importancia comprender la diferencia entre uno y otro proceso psíquico.
La lectura de un cuento conduce al niño a imaginar, crear en su mente, los escenarios y los personajes que escucha, él se vuelve parte del proceso creativo del cuento puesto que éste le ofrece escaso contenido visual, el narrador escribe a través del tiempo, pero el pequeño lector realiza los dibujos imaginarios para sí mismo, construye su propia versión del cuento para su vida.
Diferente es la propuesta de Disney y Netflix, como si fuese un alimento precocido y listo para calentar en el microondas, las productoras de contenido audiovisual ofrecen al pequeño espectador un contenido saturado de imágenes donde los valores del cuento quedan rígidamente asociados a la imagen dada. Un ejemplo: tenemos un cuento que habla de un hombre rico, un tío rico, pero ahora éste personaje tendrá una única imágen, un único símbolo.
Idea: hombre rico = tío rico Mac Pato.
En el cuento de hadas el mismo contenido tiene otro proceso mental:
Idea: hombre rico = … (imagen a crear por el niño).
En el primer caso hay una identidad predeterminada entre el patrón (la idea) y su imagen; en el segundo es particular para cada lector.
¿Qué implica esto?
La conquista del capital simbólico de los niños, la posibilidad de introducir en sus mentes inconscientes las imágenes concretas que desea la productora.
Juego digital y juego simbólico
Veo con terror cómo algunos papás creen que estimulan la inteligencia de sus hijos ofreciéndoles recursos digitales (celular, tablets, etc.). Quizás sea necesario aclarar que el juego digital ofrece multiplicidad de opciones, pero limitadas y predeterminadas (un auto en un videojuego siempre será un auto), por lo tanto, lo que este tipo de actividades estimula es el cálculo mental, un proceso mental de análisis de posibilidades. Por su parte, cuando un niño toma una maderita y, junto a una cajita, juega a que son autitos, rompe la relación lógica entre objeto y significado, creando para el objeto el contenido imaginario que él desea, con ello, el proceso mental es sintético, «creador»; mientras que en el caso anterior era «consumidor» (de significado).
Soy consciente de que parte de nuestro mundo se ha tornado digital, no estoy pregonando el rechazo de estos elementos que la cultura crea, sólo estoy analizándolos.
El E-book Reader, una pieza de museo
Pero te contaba que estaba en la librería. El dueño de esta librería, hace unos años publicó en el diario más importante del país una nota en la que afirmaba que en pocos años el libro en papel desaparecería. Se equivocó, nada más alejado de la realidad. ¿Cómo fue posible que el libro en papel nockeara en el primer round al E-book Reader enviándolo al museo digital para siempre? No tiene lógica, o quizás el ser humano tiene otra lógica que la que el mundo digital pretende imponer.
Imaginar y crear
Si soy un escritor de una ciudad perdida de Sudamérica, o si soy un pequeño fabricante de zapatos, ¿qué podría hacer frente al advenimiento a mi país de una mega industria en mi rubro? Todo hace pensar que, tarde o temprano, me voy a quedar sin trabajo. No obstante, el error de análisis está puesto en el objeto (libro, zapato), puesto que no tiene posibilidad de competencia con la producción industrial, sin embargo, el foco debe ser puesto en el acto creativo en sí mismo, no en el resultado. Ésta es la última defensa y ante la cual la industria no puede hacer frente porque al producir en serie, no puede realizar el valor de lo creativo. Se trata de dos conceptos de sujeto que se contraponen: el sujeto creador frente al sujeto consumidor.
El Gran Creador
Quizás no pueda ya vender un libro frente al imperio de las grandes cadenas norteamericanas como Amazon, pero voy a poder seguir escribiendo e invitar a otros a escribir. Hay un libro que recomiendo a muchos de los consultantes que llegan a la terapia y que te lo sugiero hoy a vos: El camino del artista, de Julia Cameron. Un libro que siempre me ha parecido genial e inspirador. Su tesis principal puede enunciarse así:
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Génesis); por lo tanto, él es el Gran Creador y todos somos semejantes a él en esto. La creatividad es entonces, la clara señal de su presencia en nuestras vidas.