Apocalipsis Latinoamérica

Brasil, Bolivia, Chile… parece que Sudamericana arde en llamas hacia fines de 2019. ¿Es una cuestión política?, ¿una crisis económica global?, ¿¡un problema religioso e idiosincrático que divide al continente!?

Durante muchas décadas Latinoamérica parecía oscilar desde la derecha hacia la izquierda y desde la izquierda hacia la derecha en un péndulo político que recursivamente rebalanceaba sus fuerzas; sin embargo, hoy algo ha cambiado: la población colectiva de nuestros países no parece estar claramente alineada de un lado ni del otro, quizás ha cambiado el centro gravitacional americano (¡porque nosotros también somos americanos!) de «derecha – izquierda» hacia «arriba – abajo», ya que últimamente hemos visto que «los que están «arriba» pueden ser de un lado o del otro. La cuestión política determinante ha quedado delineada con lamentable claridad: se trata de estar «arriba», y si querés estar arriba… ¡necesitás poder!

De esta manera, podemos situar las nuevas coordenadas de la tensión social local:

Latitud: arriba; longitud: poder.

El elemento organizador

Si alguien predica una respuesta para este problema… no te quepa la menor duda: ¡te está mintiendo!

Esto es así porque Latinoamérica no tiene un eje organizador en este momento y el «sincericidio» colectivo lo pone de manifiesto. En esta parte del continente la novedad no es la tiranía ni la injusticia, puesto que ya conocemos esto hace 500 años, el factor inédito es el caos como forma (forma, no factor determinante) de expresión, de manifestación.

Verde fuego

Somos una raza sin padre. ¡Sí! Los latinos no somos aborígenes y no somos europeos. Y no esperamos un superhéroe foráneo que venga a protegernos. Esto es lo que somos: autodestrucción, y la incineración del Amazonas fue un «mensaje» del Espíritu de la Profundidad.

Quisiera hablar del aspecto central -las formas-, pero no sin antes dedicar unas palabras al anhelado primer mundo:

Espero que el enriquecimiento de uranio les sirva para producir oxígeno.

Rojo calmo

Latinoamérica presenta vómitos espasmódicos de ideologías europeas y extranjeras recalentadas en el microondas. Nuestro continente es verde y la naturaleza vuelve a vivir después del incendio que arrasa la superestructura ideológica (un «hueso» para los marxistas) porque las semillas son protegidas bajo tierra (otro para los católicos).

La presente externalización es un ascenso de la falta de Padre para la sociedad general y el rechazo de nuestros pretéritos adoptantes que un día nos dijeron que nos amarían como a sus hijos y hoy sabemos que nos abusaron.

Lo que sucede actualmente es que Latinoamérica ya no es un niño indefenso y vamos a encontrar, por nuestro camino, nuestros propios referentes. A todos los ideólogos del mundo les decimos desde nuestro abrazo fraterno:

¡Fuera de aquí!

Cuando nuestros hijos están distanciados

No es un tema sencillo de hablar, no es fácil decir ni expresar el dolor que siente un padre cuando sus hijos no le hablan, lo culpan, se encuentran distanciados de él y ya no le dicen «papá».

¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué sucede?

Quizás podemos comenzar a comprender esto con un fenómeno de la naturaleza que nos puede ayudar a comprender la realidad de la paternidad en nuestro medio.

Algunas águilas, cuando realizan su nido colocan espinas en derredor que cubren con plumas cuando los pichones son pequeños; una vez estos crecen, los papás águilas van quitando las plumas forzando a los «grandulones» a abandonar el nido. Y si con esta estrategia no alcanza, los empujan directamente para que tomen vuelo.

Cuando los jóvenes crecen y se preparan para la vida adulta es normal que comiencen a percibir diferencias con sus papás -me refiero a los humanos- porque ello responde a una necesidad de separación de la naturaleza; los jóvenes lo interpretan como «papá es malo», «papá no me compró el último iPhone», pero el plan de la creación es otro: sólo están respondiendo a una necesidad biológica de distanciamiento para alcanzar la madurez. Por lo tanto, esta situación tiene un potencial revelador: ¡nuestros bebés de 20 o 30 años están preparados para madurar!

¿Y qué pasa con papá?

La separación también es para el padre y en nuestra especie éste tiene un trabajo que realizar destinado a reconfigurar el vínculo con sus hijos, pronto adultos. Ya no es más «papá», el padre de la infancia, ideal, cargado de mitos y fantasías; se alumbra entonces la llegada del padre real.

Ante esta situación de separación, la interpretación que el padre realice es crucial y determina el curso futuro de los sucesos. Se abren tres escenarios posibles:

  • Reacción de enojo frente al hijo/a;
  • Reacción de tristeza y culpa;
  • Acción de reestructuración de la figura paterna.

La primera y la segunda pueden ser un trágico error, resintiendo de modo duradero el vínculo, ¿pero en qué puede consistir la «reestructuración de la figura paterna»? No se trata del vínculo con el hijo, es el mismo padre el que debe realizar un proceso de transformación difícil para poder evolucionar desde esta situación. Para intentar aclarar esto, quisiera mencionar un mito griego, la historia de Ulises, recitada por el poeta Homero en la Ilíada y la Odisea. Este mítico rey debe partir a la guerra de Troya contra su voluntad, es obligado, ya que en realidad él prefería quedarse junto a su esposa y su hijo, por lo que esta situación se convierte en una separación de su hijo Telémaco pero es esta condición la que lo lleva a realizar grandes proezas -como inventar el caballo de Troya- y convertirse en un héroe y un rey de tierra y mares.

La situación del padre distanciado de sus hijos tiene mucha similitud con las adversidades que con perspicacia debe sortear Ulises -rey fuerte que se caracteriza por resolver los problemas con ingenio y nunca por la fuerza. No obstante, esto implica un problema más serio de lo que a primera vista puede parecernos:

El padre en distancia con su/s hijo/s deberá desarrollar nuevas habilidades que lo hagan afirmarse fuertemente en la vida. No es tarea sencilla puesto que este papá posiblemente ya curse la mediana edad.

El mensaje de la vida para el padre es muy duro:

Sus hijos necesitan un padre nuevamente en acción y listo para demostrar su fortaleza; de otra manera, le resta el trágico final de ahogarse en la depresión, como sucedía con los marineros de aquella leyenda que caían al mar adormecidos por el canto de las sirenas.

La marca del padre

En nuestra civilización, los hombres de todas las épocas han planteado que la manera en la que el niño se vuelve “hombre” tiene la forma del rito de iniciación, en el cual el joven varón es sometido a una situación de máximo estrés y exigencia, ante lo que hacer emerger un fuerte instinto de supervivencia y allí recibe una marca sobre su cuerpo que los hombres adultos realizan sobre él de modo indeleble -puede tratarse de un tatuaje, la amputación de una parte del cuerpo, una herida que deja una cicatriz para siempre, introducción de substancias sobre la piel para modificar su aspecto, etc. Ésta es la marca de los hombres adultos sobre el niño devenido en hombre tras el proceso traumático de la iniciación.

La marca en la actualidad

No se trata de prácticas de otras épocas y lugares, en nuestras sociedades supuestamente civilizadas estos ritos de iniciación se encuentran solapados, ocultos detrás de otros comportamientos típicos que tienen la misma finalidad en cuanto a la iniciación del joven varón en el mundo de los hombres adultos.

¿Cuál es el fundamento de estas prácticas? El joven varón, a medida que crece y despliega su energía viril se vuelve inestable y destructivo sino es educado en el uso de su agresión. Lo cual, lamentablemente, es cierto.

Sin embargo, esto es lo que sucede en el cuerpo del varón; existe otra realidad para su alma y que es el tema en el que quiero hacer foco en este ensayo. El alma del joven, su Ánima en términos de la Psicología Junguiana, emerge con fuerza tras la pubertad y, tarde o temprano el joven que no pasa por el rito de iniciación se verá ante la situación del enamoramiento hacia una joven. El fin ha llegado: el joven ve emerger en él un sentimiento imposible de controlar y soportar si no tiene una figura paterna fuerte; la crisis del enamoramiento más fuerte se denomina “posesión del Ánima” y conduce al varón hacia la melancolía desde donde no hay medios para rescatarlo produciendo en algunos casos el suicidio; sin llegar a tal extremo, las madres de los jóvenes en estas situaciones son conscientes de la auto-destructividad que se genera en el varón inmaduro en el amor. En pocas palabras, los ritos de iniciación impiden esta situación.

El espíritu de este tiempo

La iniciación produce entonces una marca que no es meramente sobre el cuerpo sino que busca alcanzar el alma, busca matar el Ánima-sentimiento del niño apartándolo radicalmente del mundo materno y sólo permitiéndole la fraternidad entre hombres que le enseñarán a mudar su afecto infantil en agresividad masculina -muy útil para la guerra o el trabajo “de sol a sol”. Una finalidad muy valiosa para la productividad de los sistemas sociales. Este nuevo hombre podrá tener una esposa e hijos, podrá ser un excelente compañero de trabajo, vecino del barrio, pero no va a enamorarse.

No estoy buscando criticar esta situación, todo lo contrario. Si sos papá o mamá con un poco de experiencia sabés que esto es así y que no se puede evitar. Mi análisis apunta a mostrar que esto remite a la categoría junguiana de “espíritu de la época” (o “del tiempo”), que significa el modo de pensar de una época o de una condición humana, lo que los seres humanos hemos podido elaborar para nuestro desarrollo en la relación entre naturaleza y cultura.

Pero hay algo más detrás del muerte del ánima del varón; otro espíritu.

El Espíritu de la Profundidad

Hace ya varios años leí un libro que se titulaba “De amor herido”; un librito muy sencillo pero de los más satisfactorios que he leído. Como corresponde a un buen libro, lo regalé. En este texto, el autor mostraba una serie de personas de diferentes lugares que, en un momento de sus vidas, habían experimentado el encuentro con una situación que los dejó para siempre “marcados” por una sensibilidad que jamás pudieron borrar, una especie de herida de amor que los cambió para siempre en cuanto al sentimiento consigo mismos y a la relación con las otras personas, por lo general por una especie de acto de empatía que rompía todos los preconceptos y racionalizaciones de la persona. Todos estos casos tenían un patrón en común, una especie de “hilo misterioso del destino” los unía.

Esta experiencia, de todas las épocas, tiempos y lugares, no es creada por la cultura como en el caso de los ritos de iniciación; esta experiencia proviene de la estructura neuropsicológica de la empatía y surge desde otro plano de la realidad: el Espíritu de la Profundidad que es una especie de reserva de patrones -arquetipos- que se encuentran en el Inconsciente de la humanidad. Este arquetipo del “amor herido” que brota desde las profundidades del psiquis humana vuelve a atraer hacia la consciencia el ánima sacrificada del hombre y lo fractura, lo quiebra, rompe la imposición que el patriarcado precedente -y repito: necesario– había hecho sobre el Yo del hombre. Ésta es una experiencia de integración psicológica (integración en el sentido de conocer lo que existe “dentro” de la mente humana) que restituye el daño que la cultura había realizado. El hombre que posee esta experiencia no es nunca más el mismo.

A diferencia de los ritos de iniciación, no es posible producir voluntariamente el encuentro con el Ánima; sucede o no sucede, al menos hasta donde llega mi conocimiento.

Ambas instancias, la de la marca que subyuga al Ánima y la de la herida de amor que la restaura completamente son procesos necesarios en el desarrollo psíquico del varón. Sin la vivencia de ambos el hombre está incompleto y perdido de sí mismo, su Yo vaga como un zombi en búsqueda de su alma muerta.

El nuestro, el del siglo XXI, es un momento crucial para comprender la psicología del varón en tanto es el eje central del desarrollo sano de los niños; nuestro continente y nuestro mundo padece líderes inmaduros que atraviesan la vida matando el ánima de otros seres humanos debido a su propia inmadurez, lo padecimos muchas veces en Argentina, yo mismo vi los soldaditos de 17 y 18 años marchar por la avenida de mi ciudad hacia la guerra de Malvinas, por las decisiones de viejos decrépitos y violentos que necesitaban demostrar poder en compensación de sus penes impotentes.

La marca del padre no se puede evitar, pero el joven varón debe ser reconducido hacia una experiencia mayor, la de la sensibilidad por el sufrimiento y el dolor de los niños, sea cuál sea la forma que éste revista; sea cual sea su propia manera de amar.

man holding a child

Energy!

Las dictaduras militares latinoamericanas produjeron como efecto generaciones de niños reprimidos, que no podían expresar lo que les sucedía frente a un modelo de padre tirano y déspota. A este modelo de padre le sucedió la ausencia casi absoluta de figuras paternas en Argentina, la carencia de hombres con sabiduría y fortaleza para orientar a los jóvenes. A este modelo de paternidad endeble y ausente le acompaña una extensión de niños y jóvenes necesitados de orientación y guía.

Las tribus urbanas no generan adhesión, las redes sociales pronto perderán su breve ímpetu de fuegos de artificio… un poco de adicciones para la noche, el sexo libre ya está plagado de patologías y disfunciones sexuales, un poco de cultura de cerveza artesanal… Y ya no queda nada. ¿Energía? No, no. Nada de eso.

Era del hielo para el carácter

Aunque haya hombres que se reproducen, en nuestra cultura los padres han sido exterminados, sólo quedan madres con niños. Si quiero hallar un referente para un jóven sin rumbo, ¿dónde puedo encontrarlo? Lo buscaré una y otra vez y no lo encontraré. Parece el triste final de una historia sin sentido. Esta situación es parte del exterminio sublime que padece Latinoamericana; no sólo los países de Oriente sufren el asedio de la guerra, también nosotros nos encontramos en medio de una guerra brutal de poderes invisibles que no queremos percibir ni reconocer.

Es momento de cerrar Instagram y Facebook

La energía de una persona jóven -sea hombre o mujer- surge de la tensión interna entre la necesidad de expresarse en la vida y la oposición que el entorno le ofrece, mientras esta tensión interna no se traslade a una forma externa, a alguna cosa concreta.

La energía se produce sola, nuestra naturaleza la provee para afrontar las tensiones de la vida del mismo modo que crecemos luchando contra la gravedad. Nuestra necesidad de lucha no halla satisfacción en horas frente a la pantallita del celular porque éste no representa ningún desafío. Aún cuando nuestros cuerpos crezcan, nuestra mente se está hundiendo como una canoa llena de agujeros en medio del río. No hay aventura, no hay desafío, no hay nada por conquistar. Nuestro deseo interno de vivir nuestra Odisea -para la que todos nacemos predispuestos- es reemplazado por la que consumimos en series televisivas. Desde hace 500 años seguimos entregando el oro de nuestras almas por los espejitos de colores del glamour del primer mundo.

Sólo tensión necesita un padre transmitir a sus hijos; lejos de los objetos de evasión. Sin forma, cerca de la naturaleza animal que realmente somos.

Entrenando a mi Dragón

La caída de los antiguos modelos de paternidad no ha «dado a luz» a una nueva paternidad sino meramente a su ausencia en cuanto a función se refiere. Los «machos» de la especie humana seguimos reproduciéndonos pero lejos estamos de saber qué hacer con nuestras crías. Y ello tiene efectos claros sobre las nuevas generaciones.

Paternidad NO es liderazgo

Un elemento importante de la paternidad es si ésta puede ser interpretada como una acción a través de la que un padre dirige a un hijo o hija en una dirección de comportamientos esperados. Parece algo lógico, sin embargo, pienso que esto no permitiría «entrenar» las habilidades propias que posee un niño o niña.

En la animación infantil Trainning Dragon, el joven protagonista no puede responder en absoluto a los ideales vikingos de su padre: no es un fuerte guerrero sino un niño temeroso y débil, no quiere dominar la naturaleza -representada en el dragón- sino más bien comprenderla y relacionarse armoniosamente con ella. En una primera instancia, él es todo decepción para su padre; al menos esto parece.

Sin embargo, la película infantil trabaja muy bien aspectos difíciles de la paternidad y, en particular, de la psicología del varón. El jóven confronta con el padre pero de manera superficial, ya que no emplea los recursos mentales, herramientas y armas que el padre le propone; no obstante ello, en ningún momento evade su responsabilidad como jóven vikingo de resolver la situación que la vida en su entorno le dispone: el problema de los dragones que arrasan con su poblado. Es determinante situar este punto: el joven no posee las habilidades del padre pero en ningún momento se evade de lo que debe afrontar en la vida. La discrepancia entre ambos es de métodos, no de principios.

Líder es rol, padre es ser

Soy líder porque dirijo una empresa en la que tomo decisiones definidas por determinados vínculos sociales, quizás soy líder porque como capitán de mi equipo deportivo elijo los titulares del partido del domingo… pero soy padre porque soy, es una cuestión de ser, no de hacer, por lo tanto, aquí también podemos tomar consciencia de que la paternidad es una instancia anterior al liderazgo y éste deriva de ella.

La paternidad tampoco se limita al acto de reproducción biológica sino que está relacionada al reconocimiento y aceptación de lo que soy. Por supuesto, también existe la opción de evadirme de ello por la enorme responsabilidad que tomo consciencia que esto significa.

Sólo hay un papá

Puedo tener un jefe en el trabajo, un director espiritual y un director técnico del equipo de fútbol, pero mi padre es uno solo. Esto significa que existe una única persona que, para bien o para mal, marca de una manera determinante mi vida y, al ser padre, lo hago en el mismo sentido para con mis hijos.

Aún si se trata de una mala experiencia, ésta es igualmente proveedora de sentido para los hijos. Existe un motivo por el cual considero que es importante reconocer esto y que conduce a una experiencia positiva.

Hacia el Uno

Aún cuando nunca hayamos conocido a nuestro padre, la cultura (el Inconsciente Colectivo) nos transmite el arquetipo del padre. El punto crítico es que la psiquis humana se estabiliza y funciona sanamente cuando se dirige hacia lo único, porque produce enfoque, el enfoque disuelve la incertidumbre porque da certezas y por ello es salugénico. Por este motivo, la toma de consciencia del padre permite el enfoque en su única figura y extraer sentido a través de la interpretación. Pero esta experiencia es la toma de consciencia de un determinante fundamental de la civilización humana; el padre es el primer patrón de Sentido(*) y, a partir de ello, siempre es posible realizar una interpretación positiva.

(*) Sin dudas alguien objetará esta afirmación. Para aclararlo cabe decir que un psicólogo se limita a observar lo que ve, no a decir debería ser la realidad, en este sentido, las grandes religiones son predominantemente producciones de sentido en torno a una figura paterna, más aún, son posiblemente las primeras instituciones creadoras de significado existencial de la humanidad.