¿Los psicólogos somos relativistas?

¿A los psicólogos nos parece que vale todo?

Existe un concepto, una idea, en la ciencia psicológica que ha traído muchas confusiones, aún entre los mismos psicólogos; es la expresión «realidad psíquica».
Frecuentemente se expresa que los psicólogos somos «relativistas», que pensamos que todo es relativo, que las cosas dependen de cómo las miremos. Sin embargo, esto es un error a la hora de apreciar el trabajo de un psicólogo clínico. Porque el relativismo remite a una postura filosófica, y los psicoterapeutas tenemos poco que ver con los filósofos.

«Realidad psíquica» es un concepto y una herramienta terapéutica que consiste en que, dentro del encuadre de la psicoterapia (en las consultas) se considera todo lo dicho como un escenario alternativo de la realidad, construido por el pensamiento del consultante. Este escenario mental, que se conforma con lo que dice el consultante junto a las referencias del psicólogo, es reestructurado dentro la terapia, de modo similar a cómo un médico cirujano realiza una operación y modifica tejidos internos de un paciente en el marco delimitado del quirófano. Así como ningún médico le sugiere a sus pacientes que caminen por la calle con los órganos internos expuestos, de modo análogo, la relatividad psíquica es un fenómeno «intraconsultorio», y de ninguna manera una concepción de vida para traspolar fuera del ámbito propio.

Que algunas personas malinterpreten estas ideas y las tomen como criterios de vida no es competencia de los psicólogos.

ME

Psicología de la transferencia

La serie televisiva “En Terapia” que se transmite actualmente por canal 7 (remake de una serie de años atrás) muestra claramente las estrategias terapéuticas de intervención de un psicoanalista. El personaje es actuado de modo excepcional por parte de Diego Peretti, que interpreta al analista Guillermo Montes a quién sus pacientes lo insultan, le rompen los adornos del consultorio, como también lo aman y se enamoran de él.

Figura 1: En sesión…

Este proceso por el cual los analizantes de Guillermo comienzan a sentir emociones muy intensas hacia su persona se denomina en Psicoanálisis “transferencia” y es la herramienta privilegiada que utiliza esta praxis psicoterapéutica para producir la cura. Freud explícitamente expresó que se trataba de transformar la neurosis personal del paciente en una neurosis de transferencia, o sea: con el psicoanalista; para de este modo trabajar sobre esa neurosis bajo el encuadre del consultorio que, como se aprecia en la pantalla, posee una mística particular.

Desde mi punto de vista, proceder de este modo con las problemáticas psicológicas no sólo resulta peligroso (puede traerse a colación el film: “Un método peligroso” que muestra a Carl G. Jung en tensión con Sigmund Freud) sino que, incluso, incorrecto. Un psicoanalista riguroso dirá que es imposible evitar el fenómeno transferencial, lo cual no es cierto, al menos en el sentido en que el Psicoanálisis lo piensa.

En un pequeño y brillante libro titulado Risoma (1977), Deleuze y Guatarí expresan en la introducción a la obra: “los analizados nos hastían demasiado”, refiriendo que hallaban una singular semejanza de pensamiento en numerosos pacientes que correspondían a los mismos analistas, la cual se debía a un efecto de sugestión (desde mi parecer, creo que se trata de algo más que sugestión).

Lo que sucede con la transferencia es un proceso que comienza con una atribución de poder que el analista construye sobre su persona y que el analizante acepta y dirige hacia él; dicho poder produce la idealización o denigración del analista por parte del paciente y, en tercer lugar, una reacción emocional del cerebro límbico a esta situación que adquiere la cualidad o expresión de amor u odio.

Atribución de Poder …  idealización … amor 

Atribución de Poder …  denigración … odio

Figura 2: Esquema simplificado que muestra cómo se produce la reacción transferencial en una terapia psicoanalítica.

Como puede verse, aquí el factor importante a considerar es el poder, por lo tanto, no es cierto que en todo proceso terapéutico la relación consultante-terapeuta pase por estos términos. En otros tipos de terapias se busca una relación más horizontal, simétrica, con el consultante que no implique ni la idealización ni la denigración de ninguna de las partes. Esto se realiza de modo activo por parte del terapeuta que se posiciona respecto del consultante como alguien que supervisa las teorías que el mismo individuo va realizando sobre su vida, terapeuta y paciente son coterapeutas del mismo caso y esto repercute claramente sobre lo que sucede con las reacciones emocionales. Si bien es ilusorio pensar que nada del poder se juga en el vínculo terapéutico, tampoco es cierto que el terapeuta no pueda producir una interacción más horizontal que la que produce el psicoanalista.

Figura 3: Sigmund Freud.

De todos modos, de lo que se trata no es de algo que sucede en el consultorio, sino de algo que tiene que ver con la espistemología de las teorías psicológicas. Como se sabe, Freud ha planteado una estructura jerárquica y patriarcal para su creación, el Psicoanálisis; mientras que otros terapeutas preferimos teorías que se basen en la cooperación simétrica y las interacciones interdependientes. El tema que estamos esbozando se denomina enla Epistemologíapsicoanalítica: “El sujeto supuesto saber”.

De alguna manera, la praxis psicoterapéutica que planteamos quienes operamos bajo la modalidad de las Psicoterapias Focalizadas Resolutivas es un trabajo de gran desapego al poder. No recurrimos a los fármacos, no institucionalizamos a las personas ni las encerramos en lugares de control, no les decimos que sabemos y que sus vidas se explican cómo dicen las teorías que aprendimos enla Universidad; todo lo contrario, para nosotros, el sujeto que realmente sabe y que tiene el posibilidad de tomar el poder en su vida es el consultante.

Madres Asesinas

Introducción

Recientemente un caso nos ha llamado poderosamente la atención, tanto por lo morboso del hecho como por lo desconcertante. Es la muerte del niño Martín Vázquez, de 6 años, asesinado por su madre Adriana Cruz en el baño de su casa. El suceso despierta el horror, el terror, la angustia innombrada en quienes percibimos lo acontecido a través de los medios.

El día del filicidio, el padre del niño tramitaba la tenencia de sus hijos en lo que era ya una conflictiva separación. El maltrato y las amenazas hacia los niños existían previamente a lo sucedido, según transmiten los medios. Resulta un dato importante para nuestro análisis el advertir que ambos padres se acusaban mutuamente de violencia y maltrato.

El fiscal de la causa, Leandro Heredia, señaló que Adriana Cruz “no mostró arrepentimiento” y que «no derramó ni una lagrima» ni se la vio exaltada al ser indagada por él. Ante los medios admitió que había matado al nene «para cagar al padre», como puede verse en las paredes pintadas con aerosol.

Respecto del fiscal, es importante notar su reacción empática al contar que al llegar a la escena del crimen rompió en llanto al ver al pequeño «sumergido en la bañera, con los ojos cerrados», y declaró, además, que el niño tenía «un parecido extraordinario» con su hijo de 8 años.

Imagen tomada de: http://blogs.perfil.com

El problema de los diagnósticos

Algunas expresiones de Adriana Cruz, como los escritos en las paredes pueden sugerir que se trata de una mujer con personalidad psicopática, o tal vez se trata de una psicosis. ¿Cómo podría, de otra manera, explicarse desde el campo psicológico este comportamiento?

De hecho, numerosos comentarios sobre el caso, de especialistas, plantean que no es posible este acto si no se presenta alguna “enfermedad mental” en esta mujer. Exponen que tal vez se trate de una enfermedad aún no bien identificada por la Psiquiatría.

Al respecto, los estudios psiquiátricos que evaluaron a Adriana Cruz mostraron que se encuentra en condiciones de declarar ante la Justicia y que “sólo lloró al hablar de su ex pareja; no se evidencian delirios en su contenido y percibe y evoca sin dificultad”, según el informe médico.

En medios televisivos, el psicólogo social Gastón Ieraci, se remitió a un supuesto “Síndrome de Alienación Parental” (SAP) para explicar el caso. “Este tipo de actos surgen como consecuencia de una separación. El chico pasa a ser el ‘trofeo de guerra’ de esa separación. Lo que hacen los padres es pegarle al otro dónde más le duele. Se pasa del amor al odio”.

Imagen tomada de: http://necocheanews.com.ar/2012/03/24/madre-asesina-investigan-porque-los-chicos-vivan-con-ella/

¿Qué muestra, qué revela este suceso?

Los profesionales que trabajamos desde el modelo teórico de las Psicoterapias Focalizadas Resolutivas pensamos que el análisis debe partir con el planteo de esta pregunta, destinada a detectar el paradigma subyacente, subterráneo, al discurso explícito; puesto que allí se halla una realidad oculta pero actuante en los hechos que pretendemos comprender.

En primer lugar, consideramos que este caso no debe analizarse desde la perspectiva psicológica-individual, sino desde lo psico-social; que un diagnóstico particular reducido (psicosis, psicopatía, trastorno de personalidad, etc.) necesariamente incurriría en error puesto que lo esencial del comportamiento humano se halla en el plano vincular. En este sentido, creemos que el filicidio del country significa la eclosión de un paradigma social.

Una lectura superficial podría decir que esta madre al ahogar a su hijo realiza una “ruptura del lazo biológico” que la uniera con él. Al respecto, ya han surgido en los medios los sociólogos defensores de la teoría del género a exponer que “la maternidad es una construcción social”, no una necesariedad biológica. No necesitamos aceptar ni rechazar esta, corrijo, hipótesis (no teoría). Pero podemos hacer un análisis que nos caracteriza: “x-1”, invirtamos el discurso [de los medios] para ver qué sucede.

x-1: multiplicamos por la unidad negativa, alteramos el sentido de lo explícito hasta su opuesto. El hecho revelaría entonces que la “construcción cultural” de la femineidad ya rompió el lazo biológico, es un hecho, ya está acontecido. Puesto que esta concepción (teórica, no nos olvidemos) disocia el “ser madre” del “ser mujer”. Es Adriana-mujer, abandonada-despechada, la que emerge como antepuesta a la “construcción” de Adriana-madre; al morir la mujer, mata a la madre.

Continuemos con esta línea argumentativa que confío no habrá de gustar a la mayoría de los psicólogos y sociólogos… La dependencia femenina: ¿es sólo un constructo cultural? Otra vez, veamos el negativo de esta expresión: el constructo cultural es el que ha borrado la dependencia estructural femenina. ¿¡Qué horrorozo machismo estamos enunciando!? Hablemos con la bebé de Dikika.

El bebé de Dikika es el descubrimiento de los restos fósiles de una niña hominida de aproximadamente 4 millones de años, que posee en la mitad superior de su cuerpo la estructura anatómica de un mono, y en la parte inferior, una muy similar a la nuestra con la atrofia del dedo pulgar del pié, signo propio de la bipedestación que se dio en África al retraerse la selva y avanzar la sabana. Esa atrofia del dedo pulgar del pié posee una importancia evolutiva dada por el hecho de que esta pequeña homínida (al igual que el bebé humano del siglo xxi) no puede agarrarse de las espaldas de su madre como lo haría la cría de la mona, sino que su madre debe cargarla en brazos. Este hecho implicó un mayor contacto visual y afectivo entre la cría y su madre, con un mayor desarrollo encefálico en consecuencia por mayor estimulación, pero al mismo tiempo una dependencia mayor desde la hembra hacia el macho y el grupo, puesto que la hembra ahora ocupada en sus manos con la cría, no podría recolectar los alimentos y necesitaría ayuda para la alimentación propia y de su bebé. De este modo, en los orígenes del ser humano hallamos un fuerte vínculo en la tríada hembra-bebé-macho-comunidad (véase: http://ngm.nationalgeographic.com/2006/11/dikika-baby/sloan-text/3).

¿Cuál es el Problema Relevante Crítico del filicidio del country?

El paradigma social que estalla con este crimen es el de la hipótesis del género (entre otros). Por ello se ha escuchado a sociólogos hablar en medios del “pacto social” que diría que las madres deben ocuparse de sus hijos y no matarlos. El problema es que este estallido nos hace replantear las “bases biológicas de la conducta humana”.

Por otra parte, podríamos plantear como interrogante si la construcción cultural de los roles no es sintónica con la idea del hombre que abandona su hogar.

No obstante lo dicho, es otra la línea argumentativa que nos interesa. Nos preguntamos cuál es el problema a despejar en esta situación: “¿La maternidad? ¿La mujer contemporánea? ¿Los hombres…? ¿La sexualidad y la locura?” Consideramos que el problema crítico es demasiado evidente: ahora que la formulación de los roles culturales rompe las ataduras familiares, los hombres no están obligados a cuidar de sus hijos y las mujeres tampoco (ya que es sólo un constructo social). El problema es: ¿Quién cuida a los niños? No somos tan ingenuos (tal vez un poquito) como para plantear que “todo pasado fue mejor”, pero evidentemente algo no está bien situado.

En este momento del análisis, creemos hallar una solución kirchnerista al problema: “¡jardín de infantes para todos!”. Quizás sea una ironía, pero no una broma.

Conclusiones

Pensamos que los “diagnósticos masculinos” no alcanzan: ni psicosis, ni psicopatía, ni demencia. En todo caso podríamos decir que se trata de un Trastorno dependiente de la personalidad que produce una ruptura de la base segura (Bowlby, 1969).

La teoría del género nos parece un paradigma central a cuestionar en estos hechos, debido a sus reducciones simplistas y arcaicas.

En un nivel psico-social se produce la ruptura del “pacto social” que dice que las madres son un arquetipo que no mata a sus hijos. La revelación es: esto tiene un aspecto de construcción imaginaria-social.

Respecto de la mujer que asesina a su hijo, el Psicoanálisis podría aportar interesantes ideas respecto del Goce femenino y la caída del falo masculino; no hay Nombre del Padre que trasmitido desde el padre pueda proteger al niño (sobre todo al varón).

El interrogante que nos persigue es: “¿Qué es una mujer?” Al menos Adriana Cruz parece no resignarse a que se le desplace de ese lugar y se la confine al de “sólo madre”.

La mujer es la portadora del Goce… aquella que pueda matar tanto como el hombre. Sólo que no nos hemos sincerado socialmente todavía en este aspecto. Su diferencia es la modalidad. Horroroso es algo a lo que ningún hombre puede ponerle freno… o sí. Tal vez la sociedad ha perdido los dones paternos y no los maternos. Tal vez es la creadora de Hitler, ¿por qué no? Es la tesis de Laura Gutman (véase el libro: “Crianza, violencias invisibles y adicciones”).

Un interrogante más… Algunas afirmaciones intentan aseverar y demostrar que sólo una persona perturbada podría hacer algo así. Es una excusa simple para separar a “ellos” los enfermos de “nosotros” los sanos. Lo aterrador es que este dilema es totalmente falso. Nosotros, los humanos, podemos hacer esto.