La grieta y la integración

En el instante de la historia en el que vivo, la mentalidad de la época me arroja una concepto a la consciencia, como si fuese el oleaje del mar que arroja sobre la costa un objeto que llama la atención de un caminante ocasional. Este término es: «la grieta».

Un concepto Junguiano

Carl Jung planteó que los símbolos de una sociedad -sus ideas, mitos, significados centrales- poseen dos aspectos: uno positivo (llamado numinoso), y uno negativo (la sombra). Ambos realizan un juego de complementos en el que la sombra permite ver un aspecto rechazado por la parte opuesta, que por lo general se asocia al ideal del Yo de un individuo. El trabajo del Yo es lograr integrar en su existencia esa dimensión que es expulsada porque causa su desagrado. Si, por ejemplo, tenemos dos partidos políticos contrapuestos, cada uno crecerá y se alimentará de lo que el otro deja como resto de debilidad, intentando hacerse fuerte en contraposición. Esto sucede a diario en todos los planos de nuestras vidas, sin embargo, no es la integración de la Psicología Junguiana.

¡Por favor, matrimonio no!

Veo con asombro como las nuevas generaciones rehúsan la idea de «casarse para toda la vida». Digo «con asombro», no «con rechazo», porque entiendo que nuestro tiempo necesita elaborar muchas cosas antes de poder volver a configurar la trama de un matrimonio, y ello en gran medida debido a la violencia que los hombres han generado sobre las mujeres.

El ideal (aspecto positivo) recibe en nuestra época el retorno de la sombra (aspecto contraparte) que lo rechaza. Si me interrogo aún más acerca de este tema, comprendo que el conflicto no se produce desde quiénes rechazan esta institución social, sino que el elemento tóxico se produce en una educación idealizada del vínculo conyugal que no prepara a los jóvenes adecuadamente para afrontar las problemáticas de un matrimonio.

Suelo preguntar a los consultantes:

¿Sabés por qué llevás la alianza en la mano izquierda?

Aprovecho para formularte también a vos la pregunta. ¿Lo sabés?

En el ritual católico del matrimonio, llega el momento en que los esposos se toman la mano derecha uno al otro y, luego, el hombre coloca el anillo en el dedo anular de la mano izquierda y la mujer realiza lo mismo con el hombre. Parece que este ritual proviene de una tradición gnóstica de la Edad Media, su simbolismo es muy fuerte porque estos actos quieren decir que el hombre y la mujer se unen por su voluntad y su esfuerzo (mano diestra), pero la alianza significa que uno respecto del otro encierra -cuida- la parte siniestra de su cónyuge (antiguamente, la mano izquierda se denominaba «siniestra»). Esto muestra un proceso que atañe al fundamento del matrimonio y que implica, necesariamente, tanto una dificultad como una oportunidad.

Existen aspectos más complejos involucrados en este tipo de unión entre un hombre y una mujer, por ejemplo en lo relativo al interjuego mutuo de proyección luz-sombra que realizan mutuamente en espejo; sin embargo, sólo pretendo dar un pequeño ejemplo y no ahondar en la temática.

Limosnas sentimentales

La ilustración anterior me permite volver al tema de la integración, para poder mencionarte que existen vidas de muchas personas que ninguna religión quiere integrar, porque todas se fundamentan en el preconcepto hacia el otro.

A esta espiritualidad «emparchada», a la que le es presupuesto el juicio de valor y le subyace el rencor, jamás podrá lograr la integración real del «corazón» del otro sino que, tarde o temprano, le pedirá su sumisión. De esta manera, el fundamentalismo se torna una premisa para odiar puesto que no comprende la integración.

Se trata de un tema difícil de aceptar. El encuentro de Jesús, hace 2000 años, con los judíos que quieren apedrear a una mujer adúltera saca a la luz el fallo de los moralistas para integrar, no porque sean asesinos -que lo eran-, sino porque Jesús hace emerger el pecado de ellos:

El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.

Lo que en un espejo invertido de la realidad resulta inadmisible no es el adulterio de esta mujer, sino el propio resentimiento de los religiosos.

Una pieza esencial

El problema escala aún más en su complejidad. Creo que el día en que Jesucristo elige aparecer resucitado ante María Magdalena rompe todos los esquemas; justamente esta mujer que desborda de erotismo y sensualidad es la elegida por el mesías.

«¿Cómo haremos para convertirla en monja?»

Pero ella, con todo lo de rechazado que porta su estética, resulta una pieza clave en la difusión del cristianismo, su potencia espiritual no la asemeja a ninguna otra mujer.

Lo que pretendo decir es que aquel que es divergente, al ser integrado, resulta una pieza esencial en el plan de vida de la comunidad que lo integra, ya que trae una cualidad o talento único. Toda persona espiritual debería saber esto, sin embargo, abunda la «domesticación de las almas».

Esta asignación de Sentido a la vida de ella… es lo que sana.

Gracia irremplazable

Una restauración difícil de aceptar por el religioso, porque le exige darle un lugar especial al otro, «al que no es como yo, teológico y moral». Esta asignación de Sentido a la vida del otro -pensemos en una abortista para un cristiano- resulta insoportable. El religioso puede decir: «una vez que cambies y pienses como yo, vas a ser aceptada por Dios», pero está muy lejos de poder reconocer que su vida, la de esa mujer, es una clave esencial para la divinidad. Ésta es la restauración de Jesucristo en el Evangelio, una valoración del otro, no una descarga de reglas puritanas.

Qué lejos estamos

Si miro atentamente las religiones (tal vez no todas), observo claramente una división entre «los salvos» y «los condenados»; tarde o temprano, por aquí o por allí, esta división aparece en base a una regla o concepto que diferencia una cosa de otra.

La Psicología Junguiana en el comienzo del siglo XXI me trae el concepto de Sombra y de integración que me permiten comprender un poquito más de aquel mensaje tan antiguo y aún tan lejano de nuestra comprensión contemporánea.

Una oportunidad para Argentina

No me gustan las acusaciones que desde la opinión internacional se dictan sobre Latinoamericana y, en particular sobre mi país. Argentina no es cambiante ni inestable, esta nación no es inmadura. Todavía no han hecho el esfuerzo suficiente por integrarnos. Argentina es Ánima, en su psiquis colectiva prevalencen las cualidades de la mujer.

No es tan terrible. ¿O sí?

La integración como acto de creatividad

El concepto psicológico de empatía permitió tocar el corazón del otro desde un punto de vista afectivo. Ahora, el concepto junnguiano de integración nos permite crear un sentido para el otro en mi propio plan: él o ella revela mi Sombra, sólo él/ella. Esto representa un punto de vista creativo.

¡Dios es creativo!