Una mamá y un papá para Latinoamérica

Cuando los conquistadores llegaron a América, sucedió un hecho trascendental en la historia humana. El progresivo entrecruzamiento entre europeos y nativos dió origen a una nueva raza, una nueva generación de niños que no podían identificarse como europeos ni como nativos. Muchos de ellos producto de violaciones. Se generó un hecho psicológico y social también inédito: una generación completa de niños sin padres, puesto que los soldados españoles no habrían de reconocerlos, y que crecieron con los sentimientos encontrados de sus mamás que los amaban por ser sus hijos, pero al mismo tiempo veían en ellos los ojos del agresor.

Toda una generación sin padre

Este inicio traumático para Latino-américa dejó su marca y su estigma que aún hoy, a 500 años, padecemos como sociedad. La falta de reconocimiento del padre por una parte, y la ambivalencia del sentimiento de la madre. Éste es, sin dudas, uno de los rasgos más característicos de esta parte del continente. Lo vemos en los permanentes fallos de nuestros líderes y figuras de autoridad, en la «ambivalencia política» que padecemos, en la dificultades para generar líderes sociales y emprendedores que marquen tendencia, pero sobretodo, en la gran dificultad para definir nuestra identidad colectiva.

Un papá y una mamá para el continente

Al continuar estas ideas me sorprendí al observar que al comienzo de esta nueva generación, en su «nacimiento», la iglesia Católica instituyó a la Virgen de Guadalupe, que con la imagen de una joven aborigen embarazada permite la identificación empática de todas estas mamás sin marco mental para poder interpretar lo que les estaba pasando. Fue sin dudas una «innovación espiritual» determinante. Pero sucedió algo más…

Si miro detenidamente el desarrollo de la iglesia Evangélica en este sector del mundo, con ciertos rasgos judaizantes en algunos casos, se aprecia claramente un desarrollo del carácter centrado en la figura paterna, con lo que resulta lógico pensar que el evangelismo cumple la función paterna o que, al menos, está preparado para ello, sobretodo en su énfasis por el progreso en todos los planos, no solamente en el espiritual.

Dónde muchos ven confrontación, yo veo una oportunidad para la complementariedad.

Más que nunca, un abrazo.

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