Sobre la ley del aborto

La reciente votación favorable a la ley del aborto en Argentina ha generado un amplio debate y un nuevo ensanchamiento de la brecha que divide a la sociedad.

Lejos de lamentar la situación, los cristianos podemos mirar la crucifixión de estos niños con la certeza de que han de resucitar, no en «el otro mundo», sino aquí mismo. ¿Cómo es esto? Los cristianos no podemos hacer ningún juicio de valor sobre aquellas mujeres que habrán de abortar; las enseñanzas de Jesucristo nos corresponden a nosotros solamente, a los que creemos en él.

Una vez declarado el infanticidio, el territorio pasa a ser necesariamente espiritual (estarán muertos, ya por fuera del plano material), y aquí nadie puede impedir la potencia de la Resurrección.

En este sentido, es importante para mí enumerar quiénes considero son los principales beneficiarios de esta nueva ley.

Los violadores festejan

Sucede que acabamos de borrar las pruebas que los incriminaban. Los embarazos de un sin número de niñas y adolescentes, productos de violaciones, significaban un espejo que le devolvía a la sociedad general el maltrato de estas jóvenes mujeres de parte de hombres abusadores que ya no tendrán esta señal social que los delate. Detrás de cada aborto podrá ocultarse sagazmente un violador que tendrá mayor margen de acción para seguir abusando ya que dispone de un mecanismo legal para extinguir el síntoma del problema.

Los padres ausentes respiran aliviados

Ya no habrá hijos que los miren a los ojos con el dolor de su ausencia. No deberán rendir cuentas a su propia consciencia de aquellos hombres y mujeres que vagan sin reconocimiento por el mundo, en búsqueda de una identidad negada que una generación progenitora no se atreve a dar.

Pero sobre todo…

El capitalismo más salvaje celebra la materia prima que lo alimenta. Éste es el punto más crítico. Se trata de una simple cuestión de negocios, las corporaciones le ganan territorio a la Iglesia Católica sobre Latinoamérica.

¿Cómo es esto?

En los tiempos de Moisés (aproximadamente año 1800 aC. -al menos eso me dijeron, no estuve allí), el imperialismo de la época (el reinado del Faraón egipcio) necesitó para crecer económicamente de un grupo creciente de israelitas porque ellos eran sus esclavos, ellos representaban su principal fuerza de producción. Cuando los esclavos crecieron en número, resultaron una amenaza de liberación y el rey decretó la muerte de los niños menores de dos años. Algo similar sucede en torno al nacimiento de Jesucristo; el imperio romano tiene sometidos a los judíos pero se nutre de su fuerza de trabajo y de su enorme capacidad espiritual, pero en ese momento, el rey Herodes toma consciencia de la amenaza que representa una creencia judía -un mesías libertador- y decide matar a los niños pequeños (nuevamente, el mismo patrón).

Hoy ya sabemos quién es el imperio, sabemos que Latinoamérica abunda en recursos naturales (aunque admiremos los «celulares de colores», aún no se pueden comer ni aportan H2O a nuestro organismo) absolutamente necesarios para la vida. ¡Pero cuidado! Los latinos «subdesarrollados» podríamos llegar a tomar nota de esto y, si solo si, somos un número de población suficientemente grande, podríamos producir una liberación social y económica (véase un país que se llama China compuesto por muchos chinos) amplificada con la gran creatividad que muestra esta parte del continente, en particular Argentina. Por ello, es una gran medida de control político esta ley. Una y otra vez, el mismo patrón se repite.

Conclusiones

Ninguna mujer aborta y por ello no debe ser juzgada ni condenada. Quién devora a los niños por nacer es el dragón (un símbolo del imperio escrito en el Apocalipsis). Y los hombres machistas y sometedores de las mujeres somos sus principales aliados.

El feminismo cae en la trampa del patriarcado, el fallo del hombre queda totalmente silenciado y los ejecutores de los abortos son los hombres autoritarios y déspotas, no las mujeres a quiénes las condiciones opresoras de existencia las fuerzan, en gran medida, a realizar estos actos.

La historia se repite.

Mientras los jóvenes argentinos morían en Malvinas, el resto de la sociedad miraba el mundial del ’82.

Mientras se decide el infanticidio más grande de la historia Argentina, ¡nosotros vamos a alentar a la selección de fútbol!

Pero ya sabemos lo que va a suceder; el arquetipo del Sacrificio de los niños se repite y lo que sucede a posteriori es la destrucción masiva. A 1982 le siguió 1989, culmen de la crisis depresiva hiperinflacionaria. ¿Qué le sigue a 2018? Ningún poder político, económico, ni ideológico puede detener la potencia de la profecía de Jeremías.

Macri y la memoria de un líder.

La profecía de Jeremías alude a un rey de Israel (Manasés) que quemó a su propio hijo en busca de prosperidad personal. Jeremías anticipó la destrucción de Jerusalén por este hecho y el linaje de aquel rey desapareció de la historia, sus descendientes -incluso niños- fueron ejecutados por Nabucodonosor.

El presidente Macri acaba de pasar a la historia como el líder argentino que instituyó el infanticidio; si la profecía de Jeremías es real… no sé si me animo a decir esto… acaba de poner en riesgo a sus propios hijos.

De la misma manera que Jeremías le dijo al último rey de Israel (¡nunca más hubo rey en Israel! -año 587 aC.), todavía tiene una última oportunidad para arrepentirse.

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