Quizás tenemos la imagen mental de la esclavitud con la forma de hombres encadenados trabajando en el campo de un terrateniente de sol a sol; sin embargo, hubo otras formas de esclavitud que tuvieron diferentes características. En algunas ciudades de la antigüedad la esclavitud tenía lugar durante la jornada y, luego de ella, el esclavo regresaba «a su casa» con su familia; un tipo de esclavitud que, por lo general, estaba relacionado a una deuda y que revestía un compromiso temporal.

¿Las personas de la antigüedad eran tontas y se dejaban esclavizar?
No; el problema residía en que el «sistema» económico de aquellos días necesitaba de la esclavitud para poder funcionar, ésta era su principal recurso y su verdadera riqueza. Por este motivo, de una u otra manera, aquellos modos de vida requerían la creación continúa de personas sometidas.
Podemos pensar en formas modernas de la esclavitud como las del comunismo soviético, cubano, chino o norcoreano, también el de Chávez-Maduro; en los que un dictador impone su decisión a toda una nación. Sin embargo, se desarrollan nuevas modalidades de los sistemas opresores que van más allá de las ideologías políticas y que también en las sociedades de capital se generan. Aquí o allí, el común denominador será disponer de una extensa masa de personas obligadas a trabajar para generar riqueza a un otro, un «Gran Otro».

Visualiza por un momento un tablero de ajedrez. No importa que no sepas jugar, bastará a esta reflexión que comprendas que las distintas figuras poseen diferentes movimientos y que se trata de una guerra de dos ejércitos.
Este juego-ciencia muestra que la evolución de un sistema se produce gradualmente, movimiento tras movimiento, y no de modo lineal; o sea: el avance de un Peón puede simbolizar el discurso de un medio de comunicación, un Caballo representar una nueva modalidad de trabajo (home-office = «sin salir de tu casa»), un Alfil nos semeja una ideología política que justifica un sistema opresor y una Torre un ejercicio de la fuerza pública sobre las libertades individuales. Movimiento tras movimiento, lenta y sutilmente, el ajedrez de la política contemporánea revela sus intenciones con el paso del tiempo.
¿No encontramos ante nuevas formas de la esclavitud? Sin dudas, pero no es eso lo que quiero mostrarte, sino donde se encuentra el núcleo duro de estas inéditas formas de sometimiento que convergen hacia la misma dirección: «¡Quédate en casa! Es lo mejor!» Sea por una enfermedad global, por las supuestas ventajas del trabajo aislado desde un pequeño hábitat, a través de la comida a domicilio (que ni siquiera es necesario ir a buscar), o transporte privado que nos evita la incomodidad de viajar con otras personas en el bus… -¡casi me olivdo de la construcción de torres de departamentos monoambientes o de un solo dormitorio! A todo ello le decimos libertad. Es muy curioso como razona el ser humano. También tenemos sexo express a través de redes sociales que producen match al instante. En virtud de todo ello, me pregunto si acaso la pandemia coronavirus nos ha permitido mirar a través de una ventana hacia el futuro.
¿El comunismo o el capitalismo?
En realidad, no pienso que el problema tenga causa en un sistema político y económico sino que se expresa en éstos. Desde mi punto de vista, las sociedades humanas de algunos países estamos buscando la esclavitud de modo inconsciente, mostramos una tendencia emocional compartida en esa dirección porque padecemos un sentimiento de desesperanza profundo en nuestros corazones que nos ha llevado a rendirnos, a no desear se verdad sino meramente a consumir objetos. Si me permitís, puedo mostrártelo.
La pérdida de la imagen
La neosclavitud no es una cuestión estática (como en el comunismo) ni lineal (como en el capitalismo) sino dinámica, se comporta como el Covid-19: aparece de modo imprevisto aquí o allí, sin que podamos anticipar sus golpes tácticos, y su comportamiento es semejante al del delito. En efecto, el delito es parte necesaria del modelo social neoesclavista y por ello no disminuirá de ninguna manera bajo ningún tipo de gobierno en Latinoamérica. Esta patología de la libertad evoluciona a través de diferentes factores en una sociedad, los cuales cambian de uno a otros permanentemente y hacen prácticamente imposible estar preparados por lo que las personas nos vemos conducidas hacia la naturalización de este estado de vida y a la resignación.
Voy a intentar mostrarte un recurso psicológico para esta situación que es novedosa y, por ello, estamos a tiempo para sentirnos preparados -aunque no podremos evitarla. El hecho de poder ver ya nos permite una mejoría personal en nuestra individualidad.
¿Por qué nos dirigimos hacia la Neoesclavitud?
Ésta es la pregunta crítica, puesto que ella no depende de un gobierno -como te mencioné- sino que es la afectividad colectiva en la que estamos inmersos, la que nos conduce en esta dirección. Ello es así porque está vedado en nuestra psiquis el acceso al jardín del Edén. Con el arquetipo mitológico del Edén me refiero al ámbito de la creación y de la imaginación al que alude el relato milenario del Génesis. «Dentro tuyo» y «dentro de mí» existe una función psicológica (una destreza que tiene nuestra mente) que nos permite visualizar y crear imágenes mentales que entran en relación con nuestra vida diaria. Este acceso lo tenemos impedido, y el efecto de ello no es el aburrimiento sino la progresiva pero contundente sensación de desesperanza en la que, día a día, nos introducimos. Ello no tiene relación con nuestro trabajo, nuestros recursos económicos o las posibilidades de viajar solos por el mundo, sino con haber perdido el don de soñar, la capacidad de crear imágenes con nuestra mente que se vuelven realidades en nuestras vidas.
Cuando éramos niños podíamos plasmar nuestra imaginación en dibujos, pinturas o escenificaciones con juguetes… hoy ya no podemos. Este estado de situación no tiene que ver con el trabajo y la rutina, es más bien un lugar que han ocupado las redes sociales digitales y las series televisivas a quiénes nosotros les hemos entregado las llaves de nuestro Edén interior.
Quiénes trabajamos en salud sabemos que un buen diagnóstico permite un buen tratamiento. Quizás tenemos que comenzar por aquí.
